sábado, 3 de noviembre de 2012

Mitos de la derecha sobre el petróleo (Movimiento en defensa del petróleo, 2008)


Video producido en 2008 por el Movimiento Nacional en defensa del Petróleo, donde en compañía de Fluvio Ruiz (Doctor en Economía del Petróleo) se desmitifican los argumentos de la derecha mexicana (PRIAN) sobre PEMEX y la "necesaria privatización del petróleo".
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Videoteca XHGLC http://www.xhglc.com.mx/

Lorenzo Meyer habla sobre el petróleo y su importancia para México


Video producido en 2008 por el Movimiento Nacional en defensa del Petróleo, donde Lorenzo Meyer habla sobre el petróleo y su Historia, así como su importancia para México.
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Videoteca XHGLC http://www.xhglc.com.mx/

Ing. Felipe Ocampo habla de las políticas neoliberales aplicadas al petróleo mexicano


Video producido en 2008 por el Movimiento Nacional en defensa del Petróleo, donde el Ingeniero Felipe Ocampo, trabajador jubilado del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) explica cómo los gobiernos prianistas de los últimos 30 años han aplicado una política neoliberal de abandono, corrupción y pillaje para privatizar el petróleo en beneficio de las grandes trasnacionales petroleras.
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Videoteca XHGLC http://www.xhglc.com.mx/

lunes, 29 de octubre de 2012

Armando Bartra y La renta de la tierra

El profesor Armando Bartra presenta el tema de la renta de la tierra a partir de una lectura del tomo III de El Capital. Video visitado el 29 de Noviembre de 2012, en el portal Videoteca de Pensamiento Marxista

miércoles, 24 de octubre de 2012

Ing. José Felipe Ocampo Torrea: mitos y realidades del petróleo de México

El Ing. José Felipe Ocampo Torrea, quien trabajó 30 años en PEMEX y ganó en dos ocasiones el Premio Nacional de Tecnología, por sus inventos, nos explica cúal es la situación de PEMEX y nos dice por qué debemos impedir la privatización de esta empresa que es propiedad no del gobierno, sino de la Nación.

TVCiudadana (México)

martes, 11 de septiembre de 2012

Visión Siete: La presidenta promulgó la ley para la recuperación de YPF


Publicado el 04/05/2012 por

La presidenta Cristina Fernández promulgó la ley 26.741, que expropia el 51 por ciento de las acciones de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, y anunció la designación del ingeniero Miguel Galuccio como gerente general de la empresa, hasta el 4 de junio, cuando quede conformado el directorio definitivo. Para esa fecha, ordenó a la intervención la confección de un informe pormenorizado sobre la situación de YPF, que será de conocimiento público. La mandataria agradeció "a nuestra propia fuerza política y a distintos partidos de la oposición que acompañaron al proyecto en su esencia, más allá de las lógicas diferencias". Y agregó: "Quiero asegurar que vamos a desarrollar una tarea profesionalizada, con sentido político y patriótico". Emitido por Visión Siete, noticiero de la TV Pública argentina, viernes 4 de mayo de 2012. http://www.tvpublica.com.ar

lunes, 27 de agosto de 2012

En resistencia : Lo (poco) que va de la imposición de Peña Nieto a la imposición de las reformas neoliberales


La Jornada en línea del 26 de Agosto de 2012

Armando Bartra

1. Así como el chamaco que ya no cree en Santaclós le sigue enviando cartas para que las lean sus padres, así la izquierda que ya no cree en el Trife le sigue enviando pruebas del cochinero, para que los ciudadanos se enteren de lo que ha sucedido. Porque después de tres fraudes nomás faltaba que siguiéramos creyendo en Santaclós, pero mucha gente no sabe lo que en verdad ocurrió, y hay que seguir proclamándolo, más que de cara a la autoridad electoral, de cara a la nación.

Ya sabemos lo que va a resolver un Trife cuyo presidente adelantó su fallo diciendo que nadie ganará en el tribunal lo que perdió en las urnas. Pero seguimos con nuestros reclamos. En beneficio de la credibilidad, no se vale anticiparse: no podemos dar por cancelado el alegato legal manifestando nuestra inconformidad antes de que el Trife de su veredicto, pero menos aun se vale adelantarse al fallo anunciando que lo aceptaremos, sea el que sea.

Así, de la especie de Consenso de Acapulco, promovido por la izquierda institucional, lo menos que se puede decir es que fue anticipado. Que los picudos del PRI y el PAN se reúnan a planear su trabajo bajo la administración de Peña Nieto es natural, pues para ellos este arroz ya se coció, pero que lo haga la izquierda cuando el Frente Progresista está pidiendo la anulación de los comicios, y sin que ese sea el tema único del encuentro, equivale a bajarse de un barco que –torpedeado y todo– sigue navegando, sólo porque en el fondo quieren que se hunda. En estas condiciones nadie debe extrañarse de que no haya asistido el timonel.

2. La desvergonzada compra, coacción e inducción del voto en que incurrió el PRI; fraude realizado impunemente gracias a la complicidad de las instituciones electorales y a que cuenta con la anuencia del gobierno federal y del PAN, pero también la de todos los que reconocieron –o reconocerán– el tramposo triunfo de Peña Nieto, es una señal. Un mensaje de la oligarquía y sus personeros, en el sentido de que mientras sean dueños del gran capital, manejen los medios masivos de comunicación, dispongan de los recursos fiscales y otros dineros, tengan encorraladas a las clientelas corporativas y controlen las instituciones comiciales, ellos seguirán gobernando y la izquierda no accederá a la Presidencia de la República por la vía electoral.

El descrédito de la democracia y la renovada ilegitimidad de los gobiernos ilegítimos resultantes de esta decisión son costos que el poder económico y sus cada vez más cínicos personeros están dispuestos a pagar, con tal de conservar el poder político. De lo reiterado de los fraudes (1988, 2006 y 2012) se concluye que no estamos ante ocasionales violaciones a la legalidad sino ante un defraudador serial: un sistema estructuralmente perverso donde el monopolio del poder se reproduce a si mismo al margen de la voluntad libre de los ciudadanos.

3. El mensaje político de los poderes fácticos es claro: la izquierda debe dar por cerrada la vía electoral. Pero pienso que ni la izquierda ni los ciudadanos progresistas aceptaremos el ultimátum. En bien del país seguiremos trabajando para cambiar el régimen por la vía democrática. Lo que no podemos es repetir el numerito y concentrarnos desde ahora en preparar el dispositivo comicial de las próximas elecciones presidenciales.

Ha quedado claro que en México no se ganan elecciones sólo preparándose para las elecciones, es necesario también construir un poder social: crear una correlación de fuerzas que impida el fraude. Porque el problema no son vicios comiciales que pudiéramos contrarrestar mediante otra reforma política y una mejor preparación de nuestro ejército comicial, lo que padecemos es una imposición sistémica, y como tal hay que enfrentarla. No basta con vigilar celosamente las elecciones, es necesario cercar socialmente al sistema para evitar que siga imponiendo a sus representantes.

Este cerco empieza por demandar la anulación de los comicios, como lo vienen haciendo AMLO, Morena y el Frente Progresista, pero también por el rechazo a un autoritarismo sistémico histórico que no se agota en el más reciente fraude electoral. Y en esto, el obradorismo no esta sólo. Desde mayo se desató un impetuoso movimiento contra la imposición del candidato de la derecha, en que participan actores curtidos en la resistencia como el FPDT, el SME y la CNTE, y movimientos estudiantiles emergentes como #YoSoy132.

4. Pero la imposición no es el único mensaje amenazante. Además del comunicado político autoritario, hay un claro mensaje económico neoliberal: la derecha ha anunciado también su decisión de seguir sacrificando al país en aras de la oligarquía y las corporaciones internacionales. Y para esto son necesarias las llamadas "reformas estructurales" faltantes, que tienen que ver con un cambio aun más regresivo en el régimen fiscal, de modo que los pobres paguen más y los ricos poco o nada; una nueva ley federal del trabajo que legitime el outsourcing y cancele derechos laborales históricos; cambios en el marco constitucional que permitan seguir extranjerizando nuestro sistema energético; mudanzas legales por las que se acabe de privatizar la seguridad social, los institutos públicos de salud y el sistema educativo.

Dado que en el Legislativo el PRI es la primera minoría en las dos cámaras y que, en lo tocante al modelo neoliberal, el PAN coincide en todo con el PRI, es de esperar que en cuanto entre en funciones la nueva legislatura, el tricolor tratará de cumplir sus compromisos con el gran dinero que lo patrocina, impulsando en las cámaras las reformas estructurales, aun antes de que el nuevo gobierno tome posesión. Así las cosas, es previsible que en lo que resta del año, el insoslayable rechazo a la imposición en curso se combinará con el también necesario rechazo a la imposición de las reformas económicas faltantes.

5. Hay, finalmente, un mensaje aun más amenazante: el de que, conculcado el derecho básico a unas elecciones equitativas, el resto de las libertades ciudadanas están en entredicho. En los tiempos del PRI, los gobiernos eran todo lo represivos que hacía falta, pero el diálogo con los actores sociales era un socorrido instrumento de gobernabilidad. Fox empezó su administración en la misma tesitura, pero desde que quiso bloquear el camino de López Obrador a la presidencia de la República, el autismo político se instaló en Los Pinos y, salvo excepción, a los movimientos sociales no se les ve ni se les oye. Y del ninguneo a la represión abierta solo hay un paso que, sin duda, el PRI es capaz de dar.

6. El 21 de agosto, Emilio Gamboa, futuro coordinador de la bancada del PRI en el Senado, anunció que en el primer período de sesiones, que empieza en septiembre, se proponen discutir, entre otras iniciativas, tres "reformas estructurales pendientes": la energética, la hacendaria y la laboral. Es decir: piensan empujar los cambios del marco legal más lesivos para los mexicanos, aun antes de que Peña Nieto tome posesión.

Con todo y su gravedad, este anuncio tiene la ventaja de resolverles algunos problemas de definición política a los movimientos antisistémicos hoy activos: el obradorismo, el 132 y a la Convención. Y es que después de estas declaraciones queda claro que la última fase de la resistencia a la imposición de Peña Nieto se va a tener que montar sobre la primera fase de la resistencia a la imposición de las "reformas estructurales". La izquierda tendrá que cambiar de caballo a la mitad del río o, mejor, tendrá que acabar de cruzar el río sobre dos caballos.

Todos sabíamos que la centralidad de lo electoral como asunto movilizador se iría agotando conforme se aproximara el fin del año. Hoy sabemos que antes de que esto suceda ya habrán hecho su reaparición las iniciativas legislativas más retrógradas del grupo en el poder. Lo que significa que las manifestaciones de repudio al previsible fallo del Trife y a la presumible toma de posesión de Peña Nieto, tendrán que entreverarse con las acciones de repudio a los intentos de imponer el IVA a medicinas y alimentos (Ya Beltrones reconoció que sí van por eso, pero excluyendo una canasta básica), de sustentar en la ley la privatización en curso de Pemex, y de dotar de marco jurídico a la ya generalizada práctica del outsourcing, por mencionar algunos de los filos mas cortantes de la reforma hacendaria, la energética y la laboral.

7. De cumplirse las amenazas, el Morena tendrá que recuperar a toda prisa la experiencia de la exitosa lucha obradorista contra la privatización de Pemex; las organizaciones sociales de la Convención habrán de reanudar el viejo combate a las contrarreformas, y el debutante 132 tendrá que transformar en acciones sus recientes planteamientos programáticos antineoliberales.

Y habrán de hacerlo juntos, pues separados no pueden parar las arremetidas de la oligarquía y sus testaferros. Si en la resistencia a la imposición no cuajó del todo el esperado movimiento de movimientos, pues el obradorismo tenía que agotar el cauce institucional, es muy posible que termine de cuajar en el curso de la resistencia a las reformas estructurales. Más nos vale.

jueves, 16 de agosto de 2012

Política energética de México incrementará productividad

Texto y fotografía tomados de El espacio de Felipe de Jesús Cantú

Participa diputado Cantú Rodríguez en Congreso Mundial de Petróleo; único legislador con participación en sesiones ministerialesMiércoles, 7 de diciembre de 2011

Sesiones Ministeriales
Miércoles 7 de diciembre de 2011

El sector petrolero en México después de la Reforma Energética de 2008

I. Introducción

Hace tres años, cuando se estaba celebrando el Décimo Noveno Congreso Mundial del Petróleo, en España, el marco jurídico mexicano en materia de hidrocarburos tenía apenas unos días de haber vivido una de las más grandes e importantes reformas en su historia.

Desde el año de 2004, cuando Petróleos Mexicanos (Pemex) presentó su máximo punto de producción de crudo, ésta comenzó un descenso que se prolongó durante los siguientes cuatro años. Las razones eran varias, pero una de ellas estaba directamente vinculada con las leyes: contábamos con un marco regulatorio que, con más de 70 años de no haberse modificado, impedía a la industria mexicana petrolera aumentar su competitividad internacional.

En el Congreso Mexicano, primero en el Senado y luego en la Cámara de diputados, se discutió y se concluyó que era necesario modificar las leyes para permitir a Pemex una mayor autonomía en su organización y en los procesos de toma de decisiones, tomando en cuenta que es uno de los pilares de nuestra economía. Por ejemplo, había una “ley orgánica” que abarcaba aspectos que no correspondían a la organización de la empresa, como el manejo de la deuda, adquisiciones, obra pública, etc. Esta ley se abrogó y se creó la nueva ley de Petróleos Mexicanos. De igual manera, se definieron las funciones de las instituciones involucradas en la materia.

Luego de la “reforma energética” —como fue llamada en nuestro país—, se establecieron con mayor claridad facultades a la Secretaría de Energía (nuestro Ministerio de Energía), relacionadas con la determinación de la política energética, la coordinación y planeación a largo plazo (en México no contábamos con una visión energética a largo plazo), el fijar la plataforma de producción, así como el establecimiento de la política de reservas. Asimismo, se creó la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), que es el brazo técnico del ministerio de energía que apoya en la administración de los hidrocarburos y regula y supervisa la exploración y producción de Pemex. De esta manera, Pemex se desempeña exclusivamente a ser el operador, con una capacidad mayor en la toma de sus decisiones, reduciendo costos y mejorando su eficacia.

Hoy, la Secretaría de Energía ha elaborado, con la opinión de las comisiones de energía del Senado y la Cámara de Diputados, así como con la participación de representantes de universidades y organizaciones civiles, la Estrategia Nacional de Energía. Ésta es el documento rector de la planeación energética que ordena, en una visión del largo plazo (2024), las acciones de los diferentes actores que participan en él, basadas en tres ejes centrales: 1) seguridad energética, 2) eficiencia económica y productiva y 3) sustentabilidad ambiental.

En otras palabras, es el documento que nos da certeza de saber hacia a dónde se dirige la política energética nacional, lo cual se traduce en estabilidad y mayor eficiencia.

Ahora contamos con nuevas prácticas contractuales, esquemas de pago relacionados al desempeño de los contratistas, que harán posible incrementar la productividad, incorporar nuevas reservas y recuperar otras. Ahora, Pemex puede suscribir contratos de obra, de prestación de servicios, adquisiciones o arrendamientos para sus actividades, respetando lo que nuestra constitución señala: que el Estado conserve la propiedad de los hidrocarburos.

Por lo que el nuevo esquema de contratación consiste en la posibilidad de realizar:
• Contratos incentivados
• Contratación más flexible para actividades productivas sustantivas
• Compensaciones en efectivo a los contratistas que provean beneficios de avances tecnológicos, ejecución expedita o mayor rendimiento
• Infracciones a las compañías por incumplir metas o realizar daños ambientales.

Esta reforma también da pie a que Pemex pueda invertir los ingresos excedentes en infraestructura, lo que no ocurría hace tres años.

Es decir, se proveen oportunidades importantes para fomentar inversiones y facilitar los medios a efecto de hacer de esta industria un aspecto fundamental de nuestro desarrollo.


II. Pemex, hoy día

Petróleos Mexicanos es, hoy día, la 11va empresa petrolera más importante a nivel mundial. Ocupa el 4º sitio en producción de crudo, el 11º en reservas de crudo, 15º en producción de gas y el 13º en capacidad de refinación.

Su producción de crudo se ubica en los 2.553 millones de barriles diarios (mmbd); y de gas en los 6 mil 368 millones de pies cúbicos (MMpcd). En los dos últimos años se ha logrado detener la caída de la producción de petróleo crudo, manteniendo la plataforma en niveles mensuales promedio de 2.551 mmdb.

Al 1 de enero de 2011, las reservas totales (3P) equivalían a 43,055.4 millones de barriles de petróleo crudo equivalente. De ellas, las reservas probadas (1P) equivalen a 10 años, de acuerdo con los niveles de producción actuales.

La tasa de sustitución de reservas probadas pasó de 23 por ciento en 2005 a 86 al cierre de 2010, en este sentido, se ha alcanzando una tasa de reposición de reservas totales de más de 100%, por descubrimientos.

Sin tomar en cuenta Cantarell, el crecimiento en la producción de petróleo en México es mayor que la de otros países productores como Angola, Irak, Arabia Saudita, Venezuela, China, etc.

Para el periodo 2010-2025, de acuerdo con la prospectiva de petróleo crudo de la SENER, se obtendrá en promedio un nivel de producción de aceite de 3,010 miles de barriles diarios (mbd) y 7,166 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) de gas natural.

En un ámbito comercial, las ventas de Pemex representan más del 10% del PIB nacional y contribuye fiscalmente con el 33% de los ingresos del sector público.

Su presupuesto de inversión, desde 2006 al día de hoy, se ha incrementado en un 100% (pasando de 143,600 millones de pesos a 286,338 en 2011).

Igualmente, Pemex invierte en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) más de lo que invierten juntas todas las empresas mexicanas listadas en la Bolsa. No obstante, su nivel de inversión en exploración y producción, se encuentra aún por debajo del promedio de la industria.

En conclusión, la industria petrolera mexicana se encuentra en un estado de recuperación importante. Los cambios a la legislación han tenido efectos positivos en el corto y mediano plazo y se tiene proyectadas mejoras.


III. Contratos incentivados

Como comenté hace un momento, el actual marco jurídico establece nuevos esquemas contractuales:

1. Contratos integrales (buscan incrementar resultados de producción)
2. Contratos transaccionales (bienes y servicios)
3. Laboratorios integrales de campo (soluciones tecnológicas)

A través de los contratos integrales, se busca atraer la participación de diferentes tamaños de empresas petroleras:

• Empresas pequeñas para campos maduros
• De medianas a grandes para Chicontepec
• Empresas grandes para la exploración y producción en aguas profundas.

En función las características de los proyectos, la duración de los contratos podrá ser de los 20 a 30 años, con fases de exploración, desarrollo y producción.

En agosto de este año se otorgaron las primeras licitaciones para campos maduros de la región sur que comprenden seis campos distribuidos en tres bloques: el de Magallanes, Santuario y Carrizo, todos en el estado de Tabasco. Cabe señalar que se puede consultar la información sobre estos primeros contratos en la página de Internet http://contratos.pemex.com .

Para el próximo año, se tiene programado el inicio de los procesos de licitación para:
• los campos maduros de la región norte (7 áreas que contienen 25 campos maduros en 6,836 Km2).
• el Proyecto de Aceite Terciario del Golfo (Chicontepec), en donde se ubican el 56% de las reservas probables y 58% de las reservas posibles
• y aguas profundas (se contempla que la primera producción se obtendrá en 7 años).


IV. Recursos de Shale gas

Los efectos ocasionados por el cambio climático a nivel global nos indican que es el momento de diversificar la matriz energética, sin dejar de asegurar el abasto que las economías de los países requieren.

De los combustibles fósiles, el gas natural es el menos contaminante y en la última década se han descubierto importantes reservas de él en yacimientos no convencionales. La producción de este combustible –shale gas– en Estados Unidos ha provocado una reducción sin precedentes en el precio del gas natural en Norte América. Además, ha pasado a representar del 1% al 30% de la oferta de gas natural en aquel país:

Por las condiciones en las que se extrae, en los EU, la producción de este combustible ha estado a cargo de pequeñas empresas. Incluso, las grandes corporaciones se han visto obligadas a crear sus propias empresas para agilizar su explotación.

Con las estimaciones del shale gas, se estima que los EU poseen recursos de gas natural para los próximos cien años. El incremento en la producción ha provocado la disminución de los costos, por lo que el gas natural se convierte en un combustible barato y poco contaminante, que pudiera fungir como un tipo de “puente” a la transición hacia las energías renovables, aunque también es cierto que hay que considerar los costos de producción y el impacto ambiental que esta industria pueda tener.

De acuerdo con datos de la Agencia internacional de Energía, se estima que México cuenta con un potencial de reservas de 681 billones de pies cúbicos (ocupa el 4° lugar en recursos potenciales de shale gas) en tanto que Pemex estima recursos entre 150 y 450 billones de pies cúbicos. Por lo que se debe actuar en 2 sentidos:
 1) Reducir las cargas impositivas a las cuales está obligada Pemex. Por los costos iniciales, el régimen actual no permitiría la explotación de estos recursos.
 2) Analizar la opción de permitir, a través de mecanismos como contratos incentivados, la participación de la iniciativa privada en la explotación, procurando siempre un porcentaje importante de contenido nacional.


Finalmente…


• Dos de los principales partidos políticos en México han anunciado coincidencias en que la participación de la iniciativa privada debe ser permitida en mayor medida.
• La posibilidad de otorgarle mayor autonomía financiera a Petróleos Mexicanos, quitándolo del Presupuesto de Egresos de la Federación –que establece un tope de inversión– es una idea que empieza a tomar fuerza entre los distintos partidos políticos.

martes, 10 de abril de 2012

La voluntad suicida de Vargas Llosa (Respuesta a su Voluntad de Morir)


La voluntad suicida de Vargas Llosa 

(Respuesta a su "Voluntad de Morir") Ver aquí

Si no hay criterio de verdad, entonces no es posible la crítica al sistema

13/06/2005
Autor: Rafael Bautista S
Fuente: webislam.com / Indymedia - Argentina

Desgraciadamente, varguitas (como le decía su tía) no es un pensador, por eso sus aseveraciones parecen más pasiones que razones (juicios morales que reparten vida y muerte a granel, cuyos dictámenes se presentan erróneamente como verdad, por el solo hecho de fundarse en la emoción perturbada –como lo veremos- de un gentleman ante los desatinos de la plebe). Puesto que no le interesa argumentar, entonces hay que hacer esa tarea por él (que, por lo visto, no sabe cómo hacerlo). Pero procederemos en sentido inverso, o sea, mostrando qué hay detrás de sus afirmaciones sentenciosas. Se dirá que un escritor no se apoya necesariamente en razones y que un "artículo" es precisamente lo que es. A lo cual responderé que la supuesta irresponsabilidad del escritor es una idea romántica que justifica un relativismo (si todo es verdad nada es verdad) pertinente al nihilismo posmoderno; no se cree nada pero se deja las cosas tal como están. Si no hay criterio de verdad, entonces no es posible la crítica al sistema, porque toda crítica se descalifica; pero, y ahí está la trampa, la defensa de lo dado (el poder) no se relativiza, por eso se presenta como "racional", "realista" y "civilizado". Lo contrario es "pura opinión", "utópico" y "bárbaro". A medida que el poder se hace más accesible al intelectual, tanto más desaparece de su vista la realidad que no aparece en su sala con chimenea. Y desde el comfort, con música en dolby 5.1 (tan lejos de la muerte lenta de ¾ partes del planeta), es que se manifiesta el que nos va a hablar de "nuestra voluntad de morir".

Empecemos. "Sin la voluntad transformadora (se refiere a Francia) y modernizadora de vastas capas de su población (el iluminismo, la Enciclopedia) en los siglos XVIII y XIX, el mundo sería infinitamente más pobre y menos libre de lo que es hoy". Examinemos esta afirmación. ¿A qué mundo se refiere varguitas? ¿Quién es menos pobre y más libre hoy? Y, por añadidura, ¿quién es infinitamente más pobre y menos libre hoy, en el año 2005? ¿Cómo explicamos la descomunal riqueza del primer mundo y la infinita pobreza del tercer mundo? ¿Son acaso hechos "naturales", "maldición de alguna voluntad divina"? Y si es así, ¿cuál es el pecado del tercer mundo?

Hagamos historia, para iluminar a varguitas. Para 1878, el 67% de las tierras del planeta estaban colonizadas por los países europeos (entre ellos Francia), a principios del XX ese porcentaje alcanzó el 84%; lo cual supuso, por supuesto, el enriquecimiento de países como Francia, ¿pero habrá sido el mismo destino para los países colonizados? El resto del mundo, que no es parte de occidente, fue y sigue siendo "infinitamente más pobre y menos libre", precisamente por aquella "voluntad transformadora" que se hizo patente en la conquista y el esclavismo (y después en el colonialismo), la cual supone la sistemática transferencia de valor de los países pobres a los ricos (no es casual que el primer "dinero mundial" haya sido la plata de Zacatecas, Huancavelica y Potosí, lo que hizo posible, romper el cerco turco en Lepanto -para hacerse con el comercio de Oriente- primero, y la revolución industrial después). Esa "voluntad transformadora", representada por la revolución francesa, y las ideas de liberté, égalité et fraternité, afirman una individualidad (ya presente) que se siente dueña del mundo, y busca la legitimación de su poder en el mundo.

Las ideas de "progreso, justicia y libertad" que esgrime varguitas, no son tan inocentes como suenan, y él debería saberlo, puesto que es escritor (las palabras no son inocentes y para saber lo que significan hay que descascarar su denotación y mostrar su connotación). La modernidad aparece triunfante en el mundo esgrimiendo estas consignas. ¿Qué quieren decir? Sigamos ilustrando a varguitas. El hombre moderno aparece en los burgos, aldeas autónomas donde se encontraban los desplazados del feudo: comerciantes, pillos, aventureros, etc. Su proyecto es la riqueza, pero no pueden gozar "libremente" de ella mientras no aseguren su "lugar", o sea, mientras no tengan "propiedad" (privada en el mundo feudal a quien no tienen ascendencia noble). Democratizar la propiedad significa democratizar la riqueza. Esto requiere una revolución no sólo institucional, sino también una transformación de las ideas (la burguesía también tuvo su momento revolucionario). El hombre desplazado del castillo feudal, desde el siglo XII hasta el XVI, va poco a poco transformando su mundo de la vida. Pero un hecho jamás antes pensado será el que desencadene toda una nueva visión del mundo. Mientras el cerco árabe de más de ocho siglos arrinconaba a Europa a conformarse con ser el fin del mundo, aparece América posibilitando (con la ingente cantidad de riqueza que aprovecha Europa) salir del encierro y experimentar, por primera vez en su historia, considerarse como "centro del mundo". La primera revolución burguesa sucede en el país que mayor fragilidad posee en su estado feudal: Inglaterra. Es el primer estado que se organiza a partir de un nuevo paradigma: el mercado.

Otros cambios profundos se van sucediendo: nacen las ciencias modernas, el racionalismo y la revolución industrial. La ciencia, tal cual la conocemos hoy, aparece después de un largo proceso de secularización que hace la filosofía medieval; se seculariza el poder, el estado, para después, secularizar la naturaleza: el concepto de explotación sólo es posible si antes el ente que llamamos naturaleza ha sido reducido a condición de objeto. La ciencia moderna necesita secularizar la naturaleza para tratarla sólo en sus condiciones ab-solutas (las notas esenciales de algo, que no precisan de algo exterior para su explicación); de este modo la naturaleza aparece como objectum, lo puesto por el subjectum, el ego cogito, el yo moderno que se cree incorporal y fuente de todo conocimiento y, desde el cual, se constituye (por representación) el ser de todo. O sea, el ego moderno es el Yo que se sabe libre, que instituye un nuevo orden, y se cree dueño y señor del mundo (su nueva "propiedad").

Es entonces que arrastra en su ambición al nuevo "ciudadano" que postula la revolución francesa. Este ciudadano es el que reclama su "libertad" como "libertad de propiedad" y propone leyes que garanticen esa "libertad" como "derecho de propiedad". El nuevo Estado es aquel que garantiza estos "derechos", que después son los principios sobre los cuales se levantan la economía y la política liberales. El nuevo Leviatán es el Estado moderno que se levanta sobre una ley que seculariza el civitas dei de Agustín de Hipona: la ley del mercado que, mediante la invisible hand de Adam Smith, milagrosamente (como la providencia) reparte la felicidad a todos.

Esta invisible hand no es otra que la "mano de Dios" y la economía nace al mundo por un acto de fe: el mercado, por sí solo, garantiza la felicidad humana (hoy esa invisible hand es la "competencia perfecta"). La política liberal moderna nace también de otro supuesto (que nunca se explica, sólo se acepta, robinsonadas): homo homine lupus. Es sólo mediante el pacto, el contrato social de Rousseau, que el hombre deje de ser una amenaza para sí mismo. Una vez consolidado el pacto, por imposición si es posible (como en las "Indias Occidentales"), no hay nada ni nadie que pueda discutir el nuevo orden, so pena de morir en el intento.

El rosado amanecer de la modernidad significa millones de indios y negros sacrificados al nuevo ídolo: el capital. Su justificación filosófica se la presenta de este modo: la aufklarung, ilustración, es la salida, ausgang, de una "inmadurez culpable" hacia el "reino de la razón". Como la "inmadurez" es "culpable", entonces justifica la violencia que se deba usar contra aquellos que se resistan a salir de aquella "inmadurez". El mito civilizatorio oculta la irracional incorporación (por subsunción) del "incivilizado" en el mundo moderno (como cosa a ser explotada). Por eso en el 1550, en Valladolid, Gines de Sepúlveda, Jerónimo de Mendieta y Bartolomé de las Casas, tratan la cuestión de si el "indio" es algo más que una cosa. El "indio" ha de ser el otro, en toda su radicalidad, que enfrente el hombre moderno. Esta relación marcará, por siempre, el tipo de relación que tenga el hombre moderno con el otro hombre que no es él. "Nadie posee individualmente ni una casa, ni un campo de que pueda disponer ni dejar en testamento a sus herederos, porque todo está en poder de sus señores (…) atenidos a su voluntad y capricho y no a su libertad, y el hacer todo esto no oprimidos por la fuerza de las armas, sino de modo voluntario y espontáneo es señal ciertísima del ánimo servil y abatido de estos bárbaros (…) estos hombrecillos tan incultos e inhumanos, que sabemos que así eran antes de la venida de los españoles". Así piensa Gines de Sepúlveda y, con él, toda la modernidad; como el "indio" no cumple con los requisitos que reclama para sí el hombre moderno: "propiedad, libertad e individualidad", entonces no puede ser considerado un "hombre".

Allí, en Valladolid, aparece otra vez el concepto de "guerra justa" (la yihad musulmana, que penetra, vía Al-Farabi, a la filosofía medieval de occidente), que debe extenderse a toda la tierra (el dar-el-harb, la casa de los infieles), donde se encuentre resistencia a la civilización occidental, el "Bien" por antonomasia (no es raro que ahora el dar-el-islam se lance, en nombre de la yihad, contra el occidente, la historia suele volver sobre sus pliegues). Civilizar al salvaje se convierte en el "Bien", resistirse a ese acto de "bondad" representa el "Mal". La modernidad invierte las cosas: la victima aparece como culpable y el victimario como inocente. El fundamentalismo de su pretensión aparece desnudo: toda guerra que desata es siempre "justa", por el "Bien" de la humanidad; ¿no son las palabras de Bush, "la guerra del Bien contra el Mal"? Las cruzadas que inicia la modernidad no intentan capturar Jerusalén, sino capturar todo el planeta.

Su "libertad" es la libertad infinita de extender su dominio por todo el mundo, la libertad del individuo propietario de incrementar su propiedad. Su "justicia" es la justicia de sus leyes que responden a una ley sagrada: la ley del mercado, la torre desde la cual se arroja a todos aquellos que no pueden constituir mercado, que no son competitivos porque son pobres (el desecho que deja la modernidad mientras más se extiende, gracias a la globalización). Y su "progreso" es la máxima ilusión que le vende al mundo (afincado sobre la ilusión trascendental de un espacio infinito, o sea, de la explotación infinita de la naturaleza). El informe del "Club de Roma", los límites del crecimiento (1972), muestran una progresiva tasa de destrucción irreversible de la naturaleza y la depauperización de más del 80% de la humanidad, producto del "crecimiento económico". ¿Cuál es la respuesta del mundo moderno? No hay respuesta, se ignora el hecho. La modernidad no está dispuesta a frenar su "progreso infinito". Se trata de hacerla más eficiente y racional, se trata de procurar la mayor "tasa de ganancias", aun a costa de quedarnos sin nada más que explotar (y si la humanidad sale sobrando es mejor que desaparezca). Su marcha se ha vuelto ciega y llama a toda resistencia, en palabras de varguitas, "conservadora, reaccionaria, tratando desesperada y absurdamente de oponerse a la gran revolución de nuestro tiempo que es la globalización". La ceguera es lúcida (con esas sutilezas del cinismo tecnocrático: descalificando toda crítica) y ve en cada movimiento de resistencia la-cara-del-demonio.

¿De dónde viene tal acusación? Se trata de una tradición. Todo imperio tiene como fin último su divinización (por eso la primera crítica es crítica de la religión). La cristiandad no escapó a esta tradición (y la modernidad tampoco) y, por medio del procedimiento de la inversión, justifica su poder sobre la tierra invirtiendo el mensaje de las Escrituras. El "reino de Dios" se lo identifica con la "nueva Roma": el "Sacro Imperio Romano Occidental" (el que después ha de ser la Europa moderna). Si se ha llegado al reino de Dios, entonces toda oposición resulta demoníaca. Pero, ¿qué dicen las escrituras? "Mi reino no es de este mundo", dice Jesús; el mundo, por aquel entonces, era el Imperio Romano, y Judea (borrada hasta el nombre, por resistirse al poder imperial, como hicieron con los nombres "americanos") era una provincia tributaria (una colonia) que, después de la destrucción de Jerusalén, se llamará Palestina. El imperio era la Bestia en los libros neotestamentarios. En el Apocalipsis se relata el imperio de la Bestia, del Leviatán: "Se le concedió infundir el aliento a la imagen de la Bestia, de suerte que pudiera incluso hablar la imagen de la Bestia y hacer que fueran exterminados cuantos no adoraran la imagen de la Bestia. Y hace que todos, ricos y pobres, libres y esclavos, se hagan una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar nada ni vender, sino el que lleve la marca con el nombre de la Bestia o con la cifra de su nombre". Una vez desatada la Bestia irrumpe su soberbia: "Y se postraron ante la Bestia diciendo: ¿quién como la Bestia?, ¿quién puede luchar contra ella?".

La Bestia se ha divinizado, por eso quienes se postran delante de ella, proclaman, junto a varguitas: "tratan desesperada y absurdamente de oponérsele". Flavio Josefo lo dice de esta manera: "Pues no hay otra ayuda ni socorro sino el de Dios; mas a este también le tienen los romanos, porque sin ayuda particular suya, imposible sería que imperio tal y tan grande permaneciese y se conservase". Y a los que se resisten, les dice: "no tendréis lugar a dónde recogeros teniendo ya los romanos a todas las naciones y gentes sujetas a su imperio".

Desde la caída del muro de Berlín, la consigna es lapidaria: no hay alternativa. El imperio moderno postula entonces el "fin de la historia", y proclama a los cuatro vientos, que la violación de los "derechos humanos", se hacen en nombre de los "derechos humanos" (de las empresas), que las guerras que emprende la modernidad son "justas", como dice Bush: "La única forma de perseguir la paz es persiguiendo a quienes la amenazan". Esta amenaza es propia de un imperio que se pretende divino y que ve en toda resistencia, la-cara-del-Mal; y que renace apelando a una tradición idolátrica: se debe sacrificar tanto como sea posible, para aplacar la sed de sangre que tienen los dioses. Todo imperio se sostiene sobre una teología que justifica el "orden" que impone. Bernardo de Claraval expresa este nuevo orden, ya en el siglo XII, como la "ciudad que brilla en las colinas" (la nueva Jerusalén, la misma que reclama Reagan, como prototipo de su "nuevo orden mundial"): "Por eso, si ya no existe la miseria ni el tiempo de la misericordia, tampoco se dará el sentimiento de compasión".

Juzga, varguitas, como "reaccionaria" toda oposición a la globalización. Toda oposición es insensata. Es, además, involutiva, en oposición a evolutiva, y llama (refiriéndose a Argentina) "ceguera", "sinrazón" y "desvaríos" a toda "nacionalización", a todo "populismo" y todo "intervencionismo estatal en la economía". El mismo argumento que no argumenta, sino que desacredita sin dar razones. Recuerda varguitas que "la Argentina rica envió harina y carne a la pobrísima España de la posguerra", comparando el alto nivel de vida y una educación envidiable comparada a la misma Europa. Lo que no quiere recordar es que la economía neoliberal, implantada en Argentina (una vez que las dictaduras patrocinadas por Norteamérica, la abanderada del libre mercado, destrozaron toda resistencia e implantaron una democracia a la medida del "nuevo orden mundial"), empobreció a la mayoría de la población, al tiempo que destruyó sistemáticamente el mercado interno y su capacidad productiva, generando (en ese país una vez culto y educado) un mundo a la medida del Leviatán, donde la lucha salvaje por la supervivencia es el escenario donde una pequeña elite cosecha, cada vez más, beneficios inesperados.

Para varguitas, "Argentina ha conseguido la hazaña (por sí sola) de regresar al tercermundismo", o sea, fue culpa exclusivamente suya y de nadie más, donde el "nuevo orden mundial" no tenía nada que ver. El "populismo" es el gran culpable, porque este, y esa es la tesis actual, despierta al pueblo de su letargo al que se ve reducido por la política del imperio, donde el pueblo debe de ser sólo espectador pasivo de lo que deciden los llamados a mandar a las "masas ignorantes"; por eso le "produce vértigo comprobar que el mayor responsable de esta catástrofe histórica sin parangón, el peronismo, siga gozando en Argentina del favor popular". Porque para varguitas, como para el neoliberalismo, la culpa de la pobreza la tienen los gobiernos que ceden ante los pobres, la culpa del desempleo es la política de pleno empleo, la culpa de que los pobres pidan mejores condiciones de vida son los populistas que despiertan en ellos "semejantes" derechos. "Si esto no es vocación de suicidio, no se qué es", dice varguitas, porque, como no sabe (y se jacta de ello), descalifica toda resistencia como descalifica la modernidad de irracional, salvaje, prehistórico, todo lo que no coincide con ella. Por eso, no aceptar el precio de ser modernos y globalizados (a la medida del capital transnacional) no es otra cosa que una "fantástica carrera en la que parece haberse lanzado el pueblo boliviano hacia su ruina y desintegración".

Para varguitas, tener "coraje" significa inclinarse obediente ante las recetas que dicta el FMI y el Banco Mundial. Por eso admira a Víctor Paz el haberse postrado de hinojos, sumiso (como debe de hacerse ante una divinidad), presto a cumplir las órdenes del amo. Ese "coraje de llevar a cabo reformas radicales e inequívocamente modernizadoras", es el mismo "coraje" del conquistador que arrasa pueblos enteros sin conciencia de culpa ("murieron menos de 100 castellanos de Cortés, de los mexicanos murieron 100.000, sin contar los que murieron de peste y hambruna"), es el mismo "coraje" de los marines que demuestran una eficacia cada vez más eficaz: "120 de los nuestros contra más de 200.000 iraquíes (1991)". Es el "coraje" moderno que se dice inocente de la sangre que derrama. Para varguitas, ese coraje "salvó" a la economía boliviana: "El gran sacrificio que esto significó, el pueblo boliviano lo soportó con estoicismo, apoyando las medidas modernizadoras: la privatización del sector público, los incentivos a la inversión extranjera, el apoyo a la exportación, y, en suma, la reversión de la tendencia populista, intervencionista y estatizadora". Esas "medidas modernizadoras" significaron abrir el cuerpo de un país al apetito del capital que, como parásito, vive succionando la vida de otro. El "gran sacrificio" significa la condenación a la miseria de más del 50% de la población (la tasa acumulativa de miseria que crece a medida que crece la "tasa de ganancias" del capital transnacional). El "estoicismo" significa los muertos a bala por levantar la voz ante el ídolo que reclama siempre más sangre para vivificar su imagen. "Privatizar" significa desfalcar al estado, de modo que no pueda garantizar las condiciones mínimas de subsistencia de sus habitantes: sólo quienes tiene dinero gozan de salud, educación y bienestar (otra vez, el Estado no puede ser compasivo con los pobres, porque eso no es rentable; en el "nuevo orden mundial no se dará el sentimiento de compasión"). "Incentivar la inversión extranjera" es hacerle arrurruz y espantarle los cucos al crió que tiene que reproducirse chupando la sangre de este país, para levantar su vuelo (una vez henchido y eructando de tan hartado) y dejar puro hueso y piel (como dejaron el Potosí) para la carroña. "Apoyar la exportación" significa privarnos de lo nuestro para el despilfarro que hace la modernidad en sus banquetes vía CNN para que, por lo menos, calmemos nuestra miseria mirando cómo se despilfarra.

Que el pueblo reclame el derecho a la vida es, para varguitas, una "reversión"; hay que seguir adelante, aunque adelante esté la muerte hay que seguir y, cuanto más veloz sea nuestra marcha, será "más eterna la alegría", porque ya no habrá "lagrimas ni lamentos por los condenados al fuego eterno". Así infundía los ánimos de los cruzados Bernardo de Claraval, así infunde los ánimos de los neoliberales (los cruzados modernos) el varguitas. Adelante está el "progreso infinito" de la "competencia perfecta", el "reino del mercado", donde sólo se acepta ganadores y no se permite la entrada a "aquellos que no tienen el numero de la Bestia (…) aquellos que no pueden comprar ni vender". El "reino del mercado" y su "sociedad abierta" no tolera intervencionismos ni estatismos.

La "competencia perfecta", por un acto de fe, produce la armonía social y el bienestar general; el interés privado produce (como por arte de magia) el interés general, o sea, si quieres hacer el bien no lo hagas, si quieres ser solidario no lo seas, si quieres dar misericordia no la des, si quieres justicia no la quieras, porque todo eso significa "intervenir" en el mercado. Y si el Estado cede ante los pobres, es entonces el Estado el culpable; el "Estado de bienestar" es el culpable de la pobreza: los beneficios sociales, la salud pública, la educación gratuita, la jornada de 8 horas, son los cucos sueltos que atentan el sueño feliz del crío que encarga la globalización a los gobiernos. La globalización exige el "Estado mínimo", no para desaparecer al Estado, sino para mostrar su desnudez hecha represión salvaje. El Estado se convierte en el garante de la inversión extranjera y garantiza, aun a costa de la supervivencia de sus habitantes, la maximización de las ganancias de las transnacionales.

Los resultados son apreciables para el mercado mundial y, para varguitas, estos resultados, por una ecuación invisible, es buena para todos: "La economía boliviana comenzó a crecer, a atraer capitales extranjeros, y su vida política a estabilizarse, por primera vez en una historia en la que nunca antes un presidente elegido democráticamente había podido terminar su mandato. Había elecciones libres y alternancia en el poder. La política económica se mantenía y muchos países latinoamericanos empezaron a mirar con envidia y admiración al país del Altiplano". La economía crece, pero la pobreza no decrece, las cifras de las transnacionales dan, cada vez, más ganancias, pero el impacto sobre la naturaleza es, cada vez, más funesto. El cinismo de varguitas podría presentarse de esta manera: aunque la economía destruya la naturaleza y condene a la inmensa mayoría a la miseria, esta economía demuestra ser la más eficaz y la más rentable, produce más ganancias. La política se estabiliza porque es una política a la medida del capital transnacional, donde el ciudadano aparece cada cinco años y no discute las decisiones, sólo las acata, porque las decisiones sólo las toman "los que saben". Las elecciones son "libres", porque representa la libertad del propietario que, con una determinada inversión, accede al poder para beneficiarse del lucro que representa tal "libertad política". La política económica se mantenía a costa de privarle, a la gente, incluso de los elementos básicos para la vida (como el agua); se privatiza no sólo la educación y la salud, sino también los recursos naturales, de modo que nadie, que no tenga dinero, pueda tener acceso a ellos. La "envidia y admiración" provenían seguro de aquellos que veían qué magníficos negocios se hacían en Bolivia, qué eficacia había logrado la privatización, que permitía tasas acumulativas de capital nunca antes soñadas (cuanto menor era la inversión era mayor la ganancia, como en la "inversión de portafolio", donde no se invierte en nada, sólo en la compra de acciones).

Pero resulta que nuestra "insensata" oposición a dejarnos matar de a poco, es una maldición divina. Si la víctima se resiste a ser sacrificada entonces esa resistencia es pecado de soberbia. Se trata de la "bárbara osadía de desafiar al imperio" que imputaba Cicerón a la rebelión de Catilina; la "locura judaica" con la que bautizaba Lutero a toda sublevación campesina; el "cáncer que debe ser extirpado quirúrgicamente" por Pinochet o Somoza. Se trata del odio del otro hombre, del excluido, del despojado de su humanidad: "No puede ser hombre en el sentido de la imagen de Dios. El judío es la imagen del diablo", así piensa Hitler del otro. "Siendo por naturaleza siervos los indios, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos", decía Gines de Sepúlveda en el siglo XVI.

La proyección de la victima como culpable lleva a su castigo. Cicerón lo expresa de esta manera: "Y tu Júpiter Optimo Máximo, castígalos, vivos y muertos, con los suplicios eternos". Esa es la vocación de muerte presente en la inquisición, en las cruzadas, en la conquista de América, en las dictaduras de seguridad nacional y, en las palabras de varguitas, el nuevo Claraval del siglo XXI, que ya ha mostrado, a los cruzados de la globalización, la fisonomía del enemigo a aniquilar: la raza maldita, el pueblo enfermo. Por eso, hasta la riqueza que posee la victima es su propia maldición: "Entonces, los dioses, o tal vez el diablo, decidieron premiar la sensatez de los bolivianos haciéndoles descubrir en su subsuelo vastísimos yacimientos de gas y de petróleo. Fue la catástrofe". Si la víctima acepta el sacrificio, entonces su proceder es racional, de lo contrario, es culpable del pecado mayor: el pecado de soberbia de enfrentar al imperio (que exclama: ¿Quién como el imperio?). Y la consecuencia de sus actos, para desgracia sólo suya, es la condenación perpetua (varguitas lo pone de este modo: "la anarquía, la guerra civil, el golpe de estado").

"¿Cómo calificar a todo este proceso si no llamándolo locura colectiva, peste de estupidez?", se pregunta varguitas. El enemigo a aniquilar es la "locura colectiva, la peste de estupidez", en suma, el demonio desatado por las huestes del Mal, los enemigos del imperio, los que merecen arder en el fuego eterno. Y lo merecen porque, previamente, han sido rebajados de su humanidad, y mostrados como algo más que animales: "(Evo Morales) es un criollo lenguaraz, vivo como una ardilla", cuyo pecado es "capturar el poder absoluto e instaurar una dictadura marxista" y, cuya popularidad, es "sólo explicable por una pulsión de muerte". O sea, quienes están en contra, no tienen razones, y su resistencia al imperio sólo la explica una inexplicable apelación al inconsciente. Además de, según varguitas, ser Evo (al estilo Lord Sidius), el causante de todos los males (el retorno de los Sith), porque él sería el "lado oscuro". Mucho Hollywood varguitas. Él solo habría "conseguido paralizar los intentos de dar una Ley de Hidrocarburos que permita a Bolivia beneficiarse". Ni el mismo Anakin Skywalker habría conseguido algo parecido; así que varguitas, por lo menos (desde tu racionalidad neoliberal), deberás admitir que Evo es más eficaz que un Jedi knight (imagínate si el canciller Palpatine hubiera sabido de su existencia).

"Y ha declarado (nos dice varguitas), sin empacho (ya asoma la histeria), que es preferible que estas riquezas permanezcan en el subsuelo en vez de servir para enriquecer a las compañías capitalistas y al imperialismo". Como es poco probable que varguitas tenga acciones en alguna empresa, tal reacción parece dibujar el honesto desprendimiento de un esbirro dispuesto a morir por su amo y, como tal, nos amenaza: "ya sabe el pueblo boliviano lo que le espera si el popular Evo Morales toma el poder". "Una dictadura no es jamás la solución", dice varguitas, pero la dictadura del "imperio de la ley" (de la ley del mercado) parece, según él, no serlo, es más, la democracia que impone el imperio "hay que aceptarla con todas sus consecuencias". O sea, si empobrece más aun a la población boliviana, hay que aceptarla, si extiende aun más la corrupción, hay que aceptarla, si hace posible la extracción indiscriminada de nuestros recursos naturales, hay que aceptarla, si produce muerte y más muerte, hay que aceptarla. Y hay que aceptarla porque no hay alternativa; o nos sometemos o nos espera el castigo eterno. Si persistimos en lo que él llama nuestra "vocación tanática", teniendo, para colmo, "la oportunidad de escoger", ya nos amenaza lo que nos espera. 500 años después, la historia no ha cambiado, y la victima sigue siendo culpable de la violencia que el conquistador, completamente inocente, tendrá que ejercer sobre la irracional determinación de las víctimas.

"La primera razón de la justicia de esta guerra y conquista es que siendo por naturaleza siervos los indios, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien de todos". Así Gines de Sepúlveda justificaba la conquista, así varguitas justifica la globalización, ambas caras de un mismo fenómeno: la modernidad. Hasta ahora, 500 años después, no se asoman aquellas "grandísimas utilidades"; y que sea "cosa justa" que el hombre moderno reclame superioridad sobre el otro hombre, es cosa evidente que es una pretensión ideológica, formulada ilustremente por el romanticismo alemán, en el siglo XIX, justificando el racismo ario e inventando toda una visión de la historia universal, donde Europa y Alemania son la cúspide y el sentido consumado de la historia como teodicea. La modernidad es, con Hegel, el plan divino consumado: el "reino de los cielos" manifestado como "reino del mercado". De modo que, quien se oponga, es un asesino de Dios y desata, como maldición de Caín, una maldición infinita, una venganza nunca aplacada. La amenaza de varguitas aviva la venganza como asesinato de los asesinos de Dios, porque nos dice: "que experimente en carne propia (el que decide oponerse, toda oposición es un asesinato) las secuelas de su libre decisión. Tal vez así aprenda, reaccione, cambie" (¿será a látigo?). Y si no, ya sabemos lo que nos advierte. "Perseverar en el error" es, según él, decir no al imperio.

Pero si había un Gines de Sepúlveda, había también un Bartolomé de las Casas, es decir, si hay quien justifica la violencia contra la víctima hay también quien le defiende y descubre en la víctima el "grito del sujeto" que "clama desde la tierra" (como clama la sangre de Abel, la sangre del hermano). "La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito numero de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riqueza en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción a sus personas". Así describe Bartolomé de las Casas el fin último que persigue el hombre moderno y que, no está dispuesto a tolerar ningún obstáculo que detenga esa ambición que no tiene límites. Hoy es el petróleo, el gas, el agua, es todo aquello que pueda ser rentable y asegurar la maximización de las ganancias, no importando los daños medioambientales, porque la eficacia se mide por incrementar el lucro, no por preservar la naturaleza; y, eficaz es también, gracias a la tecnología, utilizar la menor cantidad posible de mano de obra. Pero la economía sigue descansando en la explotación, en la plusvalía cada vez más perfecta, en la transferencia de valor (que es en definitiva sangre, trabajo no pagado, vida perdida) de los países pobres a los países ricos, de modo sistemático y racional. La violencia también está racionalizada, como teología secularizada, hecha política y economía. Las amenazas de varguitas responden a esa tradición que hace del sacrificio el culto diario del imperio que se cree divino; que santifica todas sus guerras y a todos sus conquistadores. Bartolomé demuestra que esta no es sino una abusiva pretensión, sin fundamento racional alguno: "Que esta guerra sea injusta se demuestra, en primer lugar teniendo en cuenta que la merezca el pueblo contra el cual se mueve la guerra, por alguna injuria que le haya hecho al pueblo que ataca. Pero el pueblo infiel que vive en su patria separada de los confines de los cristianos no le ha hecho al pueblo cristiano ninguna injuria por la que merezca ser atacado con la guerra. Luego esa guerra es injusta". El mito de la modernidad encubre esta violencia desmedida sobre victimas indefensas que, aun en el caso, de ser incorporadas a la civilización, "la Providencia divina estableció para todo el mundo y para todos los tiempos, un solo, mismo y único modo de enseñarles a los hombres la verdadera religión, a saber: la persuasión del entendimiento por medio de razones y la invitación y suave moción de la voluntad". Por un lado, la modernidad proclama la era de la razón pero, por el otro, inaugura una época de violencia mundial jamás imaginada. Y expande esa violencia como "voluntad de poder", arrasando con el hombre y la naturaleza, dispuesta a no claudicar en su marcha suicida (matando a todo se mata a sí misma), haciéndola cada vez más eficaz, acabando con las fuentes de donde mana la riqueza, que se reproduce como capital, mientras deja muerte y desolación en su marcha triunfal.

Varguitas es el nuevo sacerdote del "nuevo orden mundial", y desde su torre de Babel (o de papel) no descansa, como "aquel que acusaba a nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba ante nuestro Dios (Apocalipsis)". Pero su afrenta no se responde con otra, sino con la esperanza. Nos oponemos al "nuevo orden mundial" porque "mata al prójimo quien le priva de la subsistencia, y derrama sangre el que retiene el salario al jornalero (porque) como quien inmola al hijo a la vista de sus padres, así el que ofrece ofrenda de lo robado a los pobres (Eclesiástico 34)". La "voluntad de poder" es una "voluntad suicida" que no sólo acaba consigo misma, sino que arrastra a todo el planeta en esa marcha estrambótica, dejando miseria y desolación donde aparece su apetito, mientras no descanse en consumir todo lo que se le antoja hasta reventar y arrojar sus desperdicios a los cuatro vientos.

Es esa "voluntad suicida" la que se presenta como lo "racional", lo "humano", lo "civilizado"; la que promete siempre el "progreso", la "libertad" y la "justicia" y, en nombre de ellas, expande la violencia y santifica sus guerras y a sus legionarios como "heraldos de la paz". Pero la paz que nos promete es "… la paz de los impíos. Pues no hay para ellos tormentos; están sanos y rollizos. No tienen parte en las humanas aflicciones y no son atribulados como los otros hombres. Por eso la soberbia los ciñe como collar y los cubre la violencia como vestido (…) Ponen su boca en el cielo y su lengua se agita por la tierra. Por eso el pueblo se vuelve tras ellos (…) Helos ahí: son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan su fortuna (Salmo 73)". Se trata de la paz de hacer negocios libremente y explotar sin intervencionismos. Se trata del egoísmo, la indiferencia y la lucha de todos contra todos, hecho programa de vida. Pero si todos luchan contra todos, ¿quién sobrevive? El que sobrevive es un individuo desprovisto de comunidad; una comunidad sólo es posible si se permite que viva el otro, el prójimo. Por eso dicen no los pobres, porque ellos nos muestran las consecuencias a las que nos está llevando el mundo moderno y la globalización: a la muerte de la humanidad.

Hay algo cierto en lo que dice varguitas, pero de modo inverso, pues "hay otras (sociedades) en las que aquel impulso natural colectivo (de prosperidad) brilla por su ausencia y, en su reemplazo, parece prevalecer una clara preferencia por el estancamiento, la involución histórica y hasta el suicidio económico y social". La sociedad moderna apunta a este suicidio que habla varguitas, pero no por el "estancamiento económico", sino por el agotamiento sistemático de las fuentes de riqueza que produce una economía centrada en la racionalidad medio-fin (expresada en el criterio de la eficiencia: una acción es más racional, cuanto más rentable es, o sea, es más eficiente la acción que genere más ganancias); tampoco por una "involución histórica" (la regresión es un concepto moderno que descansa sobre una concepción lineal de la historia), la modernidad necesita de un sentido único para perseguir una dirección inalterable de la historia.

"Las razones (dice varguitas) por las que esta naturaleza reaccionaria y antimoderna se enraíza en una sociedad son muy variadas: ideológicas, religiosas, culturales". Pero, más bien, las razones que ofrece la modernidad, como hemos visto, son de esta índole, aunque siempre presupuestas y nunca asumidas; porque le conviene mostrarse universal y no cultural, científica y no ideológica, racional y no religiosa, porque no le gusta que se le toque los fundamentos, porque en ellos no hay consistencia. Porque la modernidad es "una estatua de bronce con los pies de barro". A ella se inclinan los que no ven la miseria y el despojo que deja el "progreso, la justicia y la libertad" que proclama la globalización. "Tienen ojos y no ven, oídos y no escuchan"; para ellos, dedicamos las palabras de otro que murió como mueren todos los pobres, cargando una cruz: "Dios mío, perdónalos, porque no saben lo que dicen".

lunes, 26 de marzo de 2012

La miseria planeada

MODE MICROS MASIO

 266 ° DOMINGO 26 DE ENERO DE 2002


Argentina, un país que intenta sacudirse el temor de encima
La miseria planeada NAOMI KLEIN*






"Había una vez un país llamado Argentina", escribe el periodista Sergio Ciancaglini, "donde mucha gente desaparecía y donde, años después, el dinero también desaparecía. Y una cosa está relacionada con la otra". Hoy muchos argentinos emprenden la búsqueda de los vínculos entre los intereses económicos de la dictadura de los generales y las políticas que llevaron a la ruina económica.
Ahora, el proyecto de la dictadura emerge como un proceso: los generales prepararon al paciente, después Carlos Menem realizó "la cirugía". La junta hizo más que desaparecer a los sindicalistas que podrían haber luchado contra los despidos masivos. El gran logro de la guerra sucia fue la cultura del miedo y del individualismo, que perdura hasta hoy. Los argentinos aprendieron a vivir bajo la filosofía de: "No se meta".
Pero, en los escombros de lo que quedó de Argentina después de diciembre de 2001, algo extraordinario comenzó a pasar: los vecinos asomaron la cabeza de sus casas, y, en la ausencia de un liderazgo político que le diera sentido a la explosión espontánea del cual eran parte, comenzaron a hablar unos con otros. A pensar juntos. A actuar juntos
BUENOS AIRES, ARGENTINA. ¿Cómo se conmemora el aniversario de algo que es imposible definir? Esa fue la pregunta a la que decenas de miles de argentinos se enfrentaron el 20 de diciembre de 2002, mientras marchaban desde todas las esquinas de Buenos Aires a la histórica Plaza de Mayo. Se cumplía un año del primer argentinazo. El argentinazo no fue precisamente un motín, aunque visto por televisión definitivamente lo parecía, con los saqueadores que asaltaban los supermercados y la policía montada que atacaba a las multitudes; y las 33 personas que murieron en el país. Tampoco fue una revolución, aunque más o menos se parecía a una, con las enardecidas muchedumbres que tomaban por asalto el asiento del gobierno y que obligaban al presidente a renunciar en desgracia.
Pero, a diferencia de una revolución clásica, el argentinazo no estaba organizado por una fuerza política alterna que quisiera tomar el poder. Y, a diferencia de un motín, latía con una demanda inequívoca y unificada: la inmediata destitución de todos los políticos corruptos que se han enriquecido mientras Argentina ?que alguna vez fue la envidia del mundo en desarrollo? descendía vertiginosamente en la pobreza.
En realidad, el argentinazo fue justo como suena la palabra: una caótica explosión de argentinez, durante la cual cientos de miles de personas, de repente y de manera espontánea, abandonaron sus hogares, salieron a las calles, golpearon sus cacerolas y sartenes, le gritaron a los bancos, pelearon con la policía, aceleraron sus motocicletas, cantaron himnos de futbol y lograron que el presidente saliera huyendo en helicóptero de su palacio. En el transcurso de los siguientes 12 días, el país pasaría por cinco presidentes y dejaría de cumplir con sus obligaciones de pago de su deuda externa de 95 mil millones de dólares, el más grande incumplimiento en la historia.
Ahora, a un año, de nuevo las multitudes llenan la Plaza de Mayo y éste es, sin duda, un día significativo ?¿pero exactamente qué es lo que se conmemora? ¿Se trata de la celebración de una revuelta nacional contra la globalización empresarial, un sentir que parece propagarse por América Latina ?el Partido del Trabajo toma el poder en Brasil y los programas de privatización son frenados en seco desde México hasta Perú?? ¿Se trata del comienzo de El argentinazo: Segunda parte, un movimiento que mira hacia delante y que sustituirá las fallidas recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) con algo mejor?
Finalmente, el 20 de diciembre de 2002 no es un día de jubilosa celebración o de muy convicentes puños-al-aire. En vez, el ambiente es uno de luto, y en ningún lugar es tan notorio como en la esquina de Avenida de Mayo y Chacabuco, frente a las oficinas centrales del banco HSBC Argentina, un pesado edificio de 28 pisos con vidrios polarizados a la Darth Vader. Fue en este mismo pedazo de asfalto que Gustavo Benedetto, de 23 años, cayó hace precisamente un año, asesinado con una bala que salió del banco. El hombre que fue acusado del asesinato de Benedetto ?y que había estado en un grupo de agentes de policía que fue captado en video mientras disparaba a través de los cristales polarizados del banco? es el teniente coronel Jorge Varando, jefe de la seguridad del edificio del HSBC. También es un oficial militar de elite jubilado que estuvo activo durante los setenta, cuando 30 mil argentinos fueron “desaparecidos”, muchos de ellos secuestrados de sus hogares, brutalmente torturados y luego aventados desde aviones a las lodosas aguas del río de la Plata.
Desde mediados de los cincuenta hasta principios de los setenta, Argentina fue un lugar profundamente no democrático, gobernado por una sucesión de juntas que, aun cuando permitieron limitadas elecciones, impidieron que el populista Partido Peronista postulara a sus candidatos. Fue en este contexto que los estudiantes y trabajadores izquierdistas comenzaron a organizarse en ejércitos guerrilleros. Muchos de estos activistas pensaron que iniciaban una revolución socialista, aunque para Juan Domingo Perón, quien los animaba desde su exilio en España, las milicias eran sólo un medio para apresurar su glorioso retorno como líder paternalista. La más grande facción armada de esta creciente oposición eran los Montoneros, un movimiento juvenil que tomaba prestadas las políticas populistas de Evita y la teoría de guerra de guerrillas del Che Guevara. A pesar de que tales células nunca representaron una seria amenaza para la seguridad nacional, el ejército argentino uso una serie de ataques guerrilleros contra blancos militares y empresariales como pretexto para declarar una campaña contra la izquierda ?los generales llamaron a la acción “una guerra contra el terror”, pero el nombre que perduró fue guerra sucia.
Entre 1976 y 1983, Argentina fue gobernada por un torcido régimen militar que combinó un control social católico fundamentalista con una economía de libre mercado fundamentalista, que prohibía la música rock y almacenaba miles de millones de dólares en préstamos e inversiones de bancos extranjeros y empresas multinacionales. Los generales hicieron suya la misión de limpiar el pensamiento marxista u otros pensamientos “subversivos” de cada una de las escuelas, centros de trabajo, iglesias y barrios. También asumieron que tenían el derecho de obtener ganancias personales de esta cruzada, y extrajeron no sólo de los fondos públicos, también le robaron a las personas que torturaban y mataban sus casas, posesiones y hasta hijos (finalmente, el Estado se vio obligado a pagar compensación a muchas de las víctimas de las familias).
Hasta hoy, los generales niegan casi todo y, gracias a un perdón oficial del Estado, los asesinos de entonces caminan libres ?el despreciado Leopoldo Galtieri, quien llevó Argentina a una desastrosa guerra por las islas Malvinas, murió hace unos días y se llevó muchos secretos a la tumba?. Sin embargo, desde que terminó la dictadura militar, varias investigaciones exhaustivas han obtenido evidencia sobre los abusos durante y después de la guerra sucia. A través de una minuciosa búsqueda en estas investigaciones, los grupos de derechos humanos argentinos descubrieron que Varando ?el hombre al que el HSBC puso al mando de sus operaciones de seguridad? era parte de un grupo de personal militar acusado por los parientes de los desaparecidos de crímenes de guerra durante un ataque a los cuarteles militares de La Tablada en 1989. Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos, finalizado en 1997, declara que dos prisioneros en la base La Tablada, Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, fueron “desaparecidos” cuando su vigilancia estaba a cargo de Jorge Varando. Varando dice que transfirió a Ruiz y Díaz a otro oficial, y luego, cuando ese oficial fue asesinado en acción, el creyó que los prisioneros habían escapado. Sin embargo, gracias a una subsiguiente amnistía, nunca hubo una investigación criminal a fondo en torno a los eventos de La Tablada. Hoy, en conexión con un incidente que no tiene que ver, Varando está en espera del proceso judicial por el asesinato de Gustavo Benedetto.
En la esquina de Avenida de Mayo y Chacabuco, donde la fachada de cristal del HSBC ahora está encerrada en acero reforzado, tan impenetrable como los lentes de sol polarizados de los agentes de policía que hacen guardia afuera, el pasado y el presente de Argentina chocan uno contra el otro. El presunto asesino de Benedetto trabajaba para un banco extranjero, uno de los mismos bancos que se tragó los ahorros de millones de argentinos cuando, a principios de diciembre de 2001, el gobierno declaró que congelaba los retiros bancarios. Y mientras las cuentas permanecían aseguradas, el peso comenzó una caída libre. Cuando, un año después, el congelamiento bancario fue parcialmente levantado y los cuentahabientes pudieron nuevamente tener acceso a su dinero, sus ahorros habían perdido dos tercios de su valor.
A pesar de que bancos como el HSBC le echan la culpa del congelamiento al gobierno, la medida fue una respuesta al hecho de que los bancos privados habían ayudado a sus clientes más ricos a sacar alrededor de 20 mil millones de dólares de Argentina en el transcurso del anterior año, un gran monto de éste sin pagar impuestos. Al mismo tiempo, no había ninguna prohibición para sacar capital del país. Hubo un momento particularmente dramático el pasado enero, cuando la policía incursionó en una sucursal del HSBC, y en otros bancos, buscando evidencia de que cientos de vehículos armados fueron usados para transportar miles de millones de dólares estadunidenses en efectivo, sin declarar, al Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Los bancos extranjeros afirmaron que las autoridades buscaban chivos expiatorios a los cuales echarle la culpa de la crisis económica, y el HSBC Holdings Ltd dice que su subsidiaria localmente incorporada siempre ha actuado acorde a las leyes argentinas. Según el fiscal, la investigación de las acusaciones de "fraude contra el Estado, y asociación ilegal" continúan, y hasta la fecha no se han presentado cargos.
El tiempo está en el centro de los alegatos contra los bancos extranjeros: el éxodo de efectivo tuvo lugar tan sólo unos días antes de que el gobierno congelara todos los retiros, y llevó a la creencia generalizada de que a los bancos ?a diferencia de los argentinos que fueron tomados por sorpresa? les habían pasado el pitazo de que el congelamiento era inminente. Este punto es importante, porque para muchas de las familias y negocios más prósperos de Argentina, el fiasco banquero y la devaluación los hizo más ricos de lo que ya eran antes: ahora pagan los sueldos de sus empleados, sus gastos y sus deudas en pesos devaluados; pero ?gracias a los bancos? sus ahorros están seguros, almacenados fuera del país en dólares estadunidenses. Se trata de un arreglo con altas ganancias.

El país de lo desaparecido

Después de que los 20 mil millones de dólares en capital "desaparecido" fueron descubiertos, hubo tanto coraje público que varios banqueros extranjeros enfrentan cargos bajo la ley argentina de "subversión económica", la cual prohíbe actos que saboteen la economía del país. Sin embargo, este obstáculo se solucionó el pasado mayo, cuando una coalición de bancos, encabezada por el HSBC, cabildeó con éxito para que se abrogara la ley.
Este incidente fue ligado a otra controversia, la cual involucra sobornos, legisladores y bancos extranjeros. En agosto, The Financial Times publicó los alegatos hechos por banqueros y diplomáticos de que los legisladores argentinos habían solicitado de los bancos extranjeros sobornos a cambio de votar en contra de legislaciones que le hubieran costado a las instituciones financieras cientos de miles de dólares al año. Los bancos aseguran que rechazaron las ofertas. Después de que el artículo fue publicado, varios bancos sufrieron una nueva incursión de la policía argentina, esta vez para buscar evidencia de la solicitud de soborno reportada y para descubrir la fuente del alegato ?entre los lugares que sufrieron incursiones estuvieron las oficinas centrales del HSBC y la residencia privada de un portavoz de alto rango del HSBC?.
Se ha especulado respecto a si las incursiones estaban políticamente motivadas, como una venganza contra los bancos que hicieron públicos los alegatos de sobornos. Cuando Mike Smith, presidente del HSBC Argentina, rindió declaración en una audiencia judicial sobre el escándalo, dijo que no tenía ningún conocimiento específico de los incidentes descritos en The Financial Times y negó que el HSBC hubiera pagado algún soborno. También dijo que solicitar sobornos a cambio de leyes favorables era una práctica común en Argentina. Esta investigación también está en curso.
Gustavo Benedetto fue sólo una de las 33 personas que murieron violentamente durante el argentinazo de 2001. Pero su historia, atormentada por los fantasmas de la historia que sigue siendo, sin lugar a dudas, moderna, se ha transformado en un símbolo para un país que ahora trata de entender su implacable crisis económica. ¿Cómo pueden morir de hambre 27 niños al día en un país que por naturaleza es tan abundante que alguna vez dio de comer a gran parte de Europa y Norteamérica? ¿Cómo puede una nación donde los obreros antes compraban casas y coches, y ganaban los sueldos más altos de América Latina, ahora tener la más alta tasa de desempleo en el continente y un promedio salarial más bajo que el de México? Benedetto pensaba que su gobierno le debía respuestas a esas preguntas, razón por la cual fue a la plaza aquel día de diciembre.
"Había una vez un país llamado Argentina", escribe el periodista Sergio Ciancaglini, "donde mucha gente desaparecía y donde, años después, el dinero también desaparecía. Una cosa está relacionada con la otra". Ciancaglini argumenta que cualquiera que quiera entender lo que le pasó a la desaparecida riqueza debe primero viajar al pasado, para descubrir qué pasó con las personas desaparecidas. Desde el argentinazo ha habido una explosión de grupos de base que se embarcan en un viaje de este tipo, en una especie de misión nacional forense?detectivesca, que vincula los intereses económicos de la dictadura de los generales con las políticas que, años después, llevaron a la economía a la ruina. La creencia ?la esperanza? es que cuando estas piezas finalmente encajen, Argentina pueda al fin romper el ciclo de terror estatal y saqueo empresarial que ha esclavizado a este país, como a tantos otros, durante demasiado tiempo.

Romper con el "no se meta"

Gustavo Benedetto amaba leer libros de historia y economía. Según su hermana mayor, Eliana, "quería entender cómo un país tan grande pudo haber terminado en tal lío". Gustavo soñaba con ser un profesor de historia, pero esa era una meta para una época más optimista. Cuando su padre murió, en marzo de 2000, Gustavo tuvo que buscar un empleo, cualquier empleo, con el cual mantener a su madre y a su hermana. Era un mal momento para buscar trabajo. En La Tablada, el suburbio posindustrial donde los Benedetto viven, la mayoría de las fábricas ya habían cerrado. El mejor trabajo que pudo encontrar fue como empleado de un supermercado en un centro comercial cercano.
Pero al menos tenía trabajo. A pesar de que la prensa mundial descubrió la crisis económica argentina hasta hace relativamente poco, en barrios como La Tablada era un hecho desde hace al menos seis años antes. A mediados de los noventa, cuando el FMI exhibía a Argentina como un milagro del crecimiento económico y un ejemplo de las riquezas que aguardaban a las naciones pobres que abrieran sus puertas a la inversión extranjera, el desempleo ya llegaba a niveles alarmantes. Se trata de una pauta que muchas veces fue reproducida en América Latina, en países que han llevado a cabo similares reformas de libre mercado; hoy, sólo Chile sobrevive como una supuesta "historia de éxito", mientras más de 50% de la población argentina ya cayó debajo de la línea oficial de la pobreza.
Extrañamente, cuando Argentina tenía menos riqueza en papel, menos argentinos pasaban hambre. Muchos factores económicos complejos contribuyeron a este cambio, desde cambios en los cultivos agrícolas de exportación hasta los salarios que se desplomaban en el sector industrial. Pero también hubo algunos cambios sencillos que jugaron su papel, como el hecho de que los mercados de barrio vendieran comida a crédito en los tiempos difíciles: un cachito de gracia que desapareció cuando Argentina se convirtió en un escaparate de la globalización y aquellas pequeñas tiendas fueron remplazadas por hipermercados, propiedad de extranjeros, del tamaño de templos aztecas, con nombres como Carrefour, Wal-Mart y Día, la cadena propiedad española donde Gustavo Benedetto finalmente pudo conseguir un trabajo.
Así que probablemente no fue una coincidencia que, en los días anteriores al argentinazo, muchos de los hipermercados se encontraron bajo asalto, saqueados por una multitud de hombres desempleados, con caras cubiertas con playeras convertidas en improvisados pasamontañas. Cuando Gustavo se presentó a trabajar en Día el 19 de diciembre, el ambiente estaba insoportablemente tenso: nadie sabía si este castillo de concreto sería el siguiente en ser asaltado por multitudes hambrientas y enojadas. A mediodía, el gerente decidió acabar con el suspenso y cerró temprano.
Cuando Gustavo llegó a casa, encendió la televisión. Lo que vio fue un país en abierta revuelta, con protestas que surgían por todos lados. Durante todo el día y toda la noche, le estuvo cambiando de un canal al siguiente, pero ya para las 10:40 pm, todos los canales mostraban la misma imagen: el presidente Fernando de la Rúa, su cara, pegosteosa por el sudor, leía, tieso, un texto preparado. Argentina, dijo, estaba bajo el ataque de “grupos que son enemigos del orden y que van a propagar la discordia y la violencia”. Declaró un estado de sitio.
Para muchos argentinos, la declaración del presidente sonaba como el preludio de un golpe militar ?y ese fue un error fatal del gobierno de De la Rúa?. Gustavo miró las imágenes en vivo de la Plaza de Mayo que se llenaba de gente. Golpeaban cacerolas y sartenes con cucharas y tenedores, un reproche sin palabras pero estruendoso a las instrucciones del presidente: los argentinos no renunciarían a las libertades básicas en nombre del "orden", declararon. Lo habían intentado antes bajo la junta, y había acabado mal. Y entonces, una sola exclamación rebelde surgió de la muchedumbre de abuelas y estudiantes de prepa, mensajeros motociclistas y obreros desempleados; sus palabras iban dirigidas a los políticos, los banqueros, el FMI y todos los demás "expertos" que afirmaban tener la receta perfecta para la prosperidad y estabilidad de Argentina: "Que se vayan todos", dijeron.
Esa noche, Gustavo durmió a rachas. A la mañana siguiente, cuando llegó al trabajo, la tienda estaba cerrada, así que se regresó a casa y de nuevo prendió la televisión. Fue entonces que sintió un impulso que nunca antes había sentido ?quería unirse a una manifestación política?. De repente, Gustavo Benedetto, un chavo tranquilo que no había protestado contra nada en toda su vida, brincó del sofá, apagó la tele y le dijo a su madre que iba al centro.
De camino a la parada del camión, Gustavo le preguntó a varios de sus amigos del barrio de La Tablada si querían unirse a él ?para ser parte de esta historia que presenciaban en las pantallas de sus televisores?. Pero no pudo encontrar a nadie que le entrara: la mayoría de las personas en La Tablada ya estaban hartas de la historia. Durante los setenta y los ochenta, este barrio de clase trabajadora estuvo literalmente atrapado entre el fuego del ejército y las guerrillas: en aquel momento, varias células izquierdistas estaban activas en la zona, y también era el hogar de la Infantería Mecanizada No. 3 de La Tablada, una gran base militar donde tenían lugar supuestos abusos a los derechos humanos. En La Tablada, la guerra sucia era aún más sucia que en otros lugares, con los padres que se topaban con los asesinos de sus hijos en la tiendita de la esquina. Y como cualquier tipo de contacto con un izquierdista era suficiente para que te etiquetaran como un colaborador, lo más seguro que podías hacer era retirarte a tu hogar: las puertas se cerraban ante antiguos amigos que buscaban refugio, las persianas rápidamente se corrían cuando había una conmoción afuera, se subía el volumen de la radio para ahogar los gritos en los departamentos vecinos. En La Tablada, como en otros lugares de Argentina, los habitantes aprendieron a vivir fielmente bajo la filosofía de los tiempos del terror: "No se meta". Se trata de una actitud que ha pervivido hasta hoy.
Sin embargo, Gustavo decidió romper con esa tradición. No tenía modo de saber que las tácticas de la dictadura estaban a punto de regresar a las calles de Buenos Aires. Durante las dos horas que le llevó trasladarse de los suburbios al centro de Buenos Aires, el jefe de la policía había enviado la orden de "limpiar la Plaza de Mayo". Al principio, los equipos antimotines usaron balas de hule y gas lacrimógeno, pero pronto se les acabaron y cambiaron a municiones letales.
La policía empujó a la muchedumbre a la Avenida de Mayo y la muchedumbre empujó de regreso. Alrededor de las 4 pm, un grupo de cerca de 20 agentes de la policía buscaban un lugar seguro para refugiarse y recargar sus armas. Escogieron el lobby del HSBC, uno de los edificios más seguros en la ciudad porque también alberga a la embajada israelí. Un puñado de manifestantes ?menos de cinco, según los documentos de la Corte? se separó de los ríos de gente que se encaminaban hacia la Plaza de Mayo y comenzó a tirar piedras contra el banco. Un hombre rompió un marco del vidrio con una barra de metal. La policía y los guardias de seguridad privada que estaban dentro se asustaron y abrieron fuego. Según la evidencia que más tarde se pudo escuchar en la Corte, en el lapso de sólo cuatro segundos una ráfaga de al menos 59 balas fue disparada hacia la calle repleta. Justo en ese momento, Gustavo Benedetto iba caminando solo y, después de haber estado en el centro durante menos de una hora, dio la vuelta en la Avenida de Mayo. Estaba a muchas yardas del banco cuando una bala de plomo, disparada desde un arma de 9mm, lo alcanzó en la parte trasera de la cabeza. Cayó al suelo; en un instante estaba muerto.

La cámara delatora

Puede ser que el HSBC haya sido un buen sitio para que los agentes de la policía encontraran refugio durante el caos del argentinazo, pero cuando se trata de un crimen supuestamente cometido desde su lobby, un banco, con sus cámaras de seguridad que monitorean cada ángulo, ofrece poca cubierta. Las cámaras de vigilancia del HSBC, desde que entraron como evidencia en la Corte, claramente muestran a los agentes de la policía y de seguridad bancaria apuntando y disparando sus armas a través del cristal. Esta evidencia ha llevado a un raro evento en los anales de la justicia argentina: el arresto de un ex oficial militar bajo el cargo de asesinato.
Jorge Varando es graduado de la Escuela de las Américas, un campo de entrenamiento de “contrainsurgencia” con sede en el sur de Estados Unidos. Declaró que no le disparó a Benedetto y alega que actuó adecuadamente, como un agente de seguridad que defendía el banco. En una reciente entrevista radiofónica, lo citan y dicen que admitió haber disparado su arma, y que dijo que lo hizo “en total tranquilidad” y “para frenar a los que intentaban entrar en el edificio”. Hasta ahora, el HSBC se ha negado a comentar sobre el caso debido a que los procesos legales están en curso; se limitó a señalar que su empleado Varando constantemente ha sostenido que es inocente. Aún no está claro si Varando va a ser representado por un abogado del HSBC cuando el caso vaya a juicio, pero el banco tuvo su propio abogado durante las audiencias previas al juicio. El HSBC está inevitablemente involucrado de alguna manera, porque la balacera se llevó a cabo desde sus instalaciones, y sus cámaras de seguridad ofrecen evidencia crucial. Pero esa evidencia ha resultado ser problemática. Cuando la Corte recreó el crimen, equiparando el video de Varando al disparar su arma con el lugar donde Benedetto fue asesinado, pronto quedó claro que alguien había cambiado el ángulo de la principal cámara de vigilancia, y esto hacía que fuese extremadamente difícil hacer coincidir la reconstrucción con el video original de Varando disparando a través del cristal. El personal bancario dice que el ángulo de la cámara fue cambiado accidentalmente durante una limpieza de rutina.
Y el caso ha atraído aun más el interés porque cada mes, desde el asesinato, amigos y familiares han puesto un improvisado monumento conmemorativo a Gustavo Benedetto frente al banco ?y cada mes, el monumento es misteriosamente removido y el nombre de Gustavo es borrado?. Finalmente, esta práctica terminó el pasado noviembre, cuando un equipo de televisión que acechaba el edificio del HSBC a las 3 am, filmó cómo dos agentes de la policía federal llegaron en un auto sin señas particulares y destruyeron el monumento de concreto y cerámica con unas palancas. Los agentes fueron suspendidos.

El espejismo de Menem

Hasta hace relativamente poco, Argentina seguía una política de amnesia oficial, respecto de los crímenes de la guerra sucia. Claro, las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos aún sacaban numerosos y mordaces informes; las Madres de la Plaza de Mayo aún marchaban; y los hijos de padres desaparecidos aún se aparecían, de vez en vez, fuera de los hogares de ex militares para aventar pintura roja. Pero antes del argentinazo, la mayoría de los argentinos clasemedieros veían tales acciones como rituales macabros de una época pasada. ¿Qué no habían recibido el memorándum? El país había “avanzado” ?o al menos se suponía que lo había hecho, según el ex presidente Carlos Menem?.
Menem, un partidiario del libre mercado que maneja un Ferrari, quien es la fusión argentina de Margaret Thatcher y John Gotti, fue electo en 1989, con la economía en recesión y la inflación en ascenso. Declaró que muchos de los problemas económicos de Argentina eran el resultado de los intentos chapuzeros de su predecesor de traer a justicia a los generales de la guerra sucia. Menem ofreció una alternativa: en vez de ir hacia atrás, hacia el infierno de las tumbas sin nombre y las mentiras del pasado, dijo, los argentinos deberían de poner en blanco la pizarra, unirse a la economía global y después poner toda su energía en conseguir un crecimiento económico.
Tras perdonar a los generales, Menem inició un entusiasta programa de lo que aquí en América Latina llaman “neoliberalismo”: o sea, privatizaciones masivas, despidos en el sector público, “flexibilización” del mercado laboral e incentivos empresariales. Recortó los programas federales de comidas, redujo el fondo nacional de desempleo en casi 80%, despidió a cientos de miles de empleados estatales y declaró ilegales muchas huelgas. Menem apodó a esta rápida reconstrucción del libre mercado “cirugía sin anestesia”, y les aseguró a los votantes que, una vez que el dolor de corto plazo amainara, Argentina, en palabras de una de sus campañas promocionales, “nacería de nuevo”.
Los habitantes clasemedieros de Buenos Aires, muchos de ellos avergonzados por su complicidad o complacencia durante la guerra sucia, tomaron con entusiasmo la idea de vivir en un nuevo país sin pasado. “No te involucres”, el mantra de los años del terror, cedió su lugar al “Ante todo, primero yo”, el mantra del alto capitalismo; bajo esta causa, los vecinos son competencia y el mercado está antes de cualquier otra cosa, incluso antes de la búsqueda de la justicia y la reconstrucción de las destrozadas comunidades. En los años que siguieron, el Buenos Aires de los noventa se metió en una juerga de consumismo y ascenso laboral que el neoyorkino o londinense más adicto a las compras y al trabajo se vería pequeño. Según cifras gubernamentales, entre 1993 y 1998, el total del gasto por hogar se incrementó en 42 mil millones de dólares, mientras que el gasto en bienes importados se duplicó, en los mismos cinco años, de 15 mil millones de dólares en 1993 a 30 mil millones en 1998.
En los ostentosos barrios de Recoleta y Palermo, los habitantes compraban no sólo los últimos aparatos electrónicos importados y la ropa de diseñador, sino también nuevas caras y nuevos cuerpos ?Buenos Aires pronto competía con Río de Janeiro por el título de la capital de la cirugía cosmética, con un cirujano plástico presumiendo tener 30 mil clientes?. Los argentinos claramente querían ser rehechos, como su país ?como su presidente, quien desaparecía periódicamente, y luego reaparecía con la cara estirada y asegurando que una abeja lo había picado?.
Durante un rato, las máscaras y los disfraces de los noventa parecían asombrosamente reales. Durante esa década, el PIB nacional se incrementó en 60% y la inversión extranjera llegaba a chorros. Pero así como los accionistas de Enron no se tomaron el cuidado de mirar con detenimiento los libros de contabilidad, siempre y cuando sus ganancias subieran, los inversionistas extranjeros y los prestamistas en Argentina no vieron que el delgado y mezquino gobierno de Menem estaba hundido en una deuda 80 mil millones de dólares más profunda en 1999 que la que había tenido el gobierno de 1989. O que, principalmente gracias a los despidos en las compañías privatizadas, el desempleo había aumentado de 6.5% en 1989 a 20% en 2000.
En pocas palabras, “el milagro de Menem”, como efusivamente lo llamó Time Magazine, era un espejismo. La riqueza que fluía en la Argentina de los noventa era una combinación de finanzas especulativas y ventas de una ocasión: la compañía telefónica, la compañía petrolera, los ferrocarriles, la aerolínea. Tras la infusión inicial de efectivo y palmeras engrasadas, lo que quedó fue un país vaciado, servicios básicos caros y una clase trabajadora que no trabajaba. También dejó tras de sí un sector financiero desregulado, estilo viejo oeste, que permitió que las familias más ricas de Argentina sacaran del país 140 mil millones de dólares en riqueza privada y los depositaran en cuentas bancarias extranjeras ?un monto mayor que el PIB o la deuda externa?.

Congelar salarios a culatazos

Conforme desaparecía la riqueza de Argentina, destinada a cuentas bancarias en Miami y a la bolsa de valores en Milán, la amnesia colectiva de los años de Menem también comenzó a desaparecer. Hoy, casi 20 años después de que la dictadura de la junta terminó, y con los viejos generales muertos o muriéndose, los fantasmas de los 30 mil desaparecidos de repente aparecieron. Ahora embrujan cada aspecto de la crisis actual del país. En los meses que siguieron al argentinazo, el pasado parecía estar tan presente que era como si el tiempo se hubiera colapsado y el terror estatal hubiera sido cometido ayer. En las cortes y en las calles surgió un debate nacional, no sólo sobre cómo fue que tantos se habían librado de ser castigados por sus crímenes, sino también sobre las razones por las cuales el terror había tenido lugar: ¿por qué murieron esas 30 mil personas? ¿En nombre de los intereses de quién murieron? ¿Y cuál era la conexión entre aquellas muertes y las políticas de libre mercado que le habían fallado tan espectacularmente al país?
En aquella época en que los estudiantes y los sindicalistas eran arrojados de Ford Falcon verdes y llevados a centros clandestinos de tortura, había poco tiempo para preguntas respecto de las causas profundas y los intereses económicos. Durante los años del terror, los activistas argentinos tenían una sola preocupación ?mantenerse vivos?. Cuando grupos como Amnistía Internacional comenzaron a intervenir y apoyarlos, ellos también estaban preocupados por la supervivencia cotidiana. Los investigadores rastreaban a las personas desaparecidas y después pedían su liberación, o al menos la confirmación de su muerte.
Hubo, sin embargo, algunas excepciones, individuos que fueron capaces de ver que los generales tenían un plan económico tan agresivo como sus planes sociales y políticos. En 1976 y 1977 ?cuando el terror estaba en su punto más sanguinario y bárbaro? los generales presentaron un programa de “restructuración” económica que resultaría ser una probadita de la globalización empresarial corta?gargantas de hoy. Recortaron a la mitad el sueldo promedio nacional, redujeron dramáticamente el gasto social y quitaron el control de precios. Los generales fueron espléndidamente recompensados por estas medidas: en esos mismos dos años, Argentina recibió más de 2 mil millones de dólares en préstamos extranjeros, más de lo que el país había recibido en los pasados seis años. Para cuando los generales regresaron el país en 1983, habían incrementado la deuda externa nacional de 7 mil millones de dólares a 43 mil millones.
El 24 de marzo de 1977, un año después del golpe, el periodista de investigación argentino Rodolfo Walsh publicó una Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar ?estaba destinada a ser uno de los escritos más famosos en el rubro de las cartas latinoamericanas modernas?. En ella, Walsh, miembro del movimiento juvenil de los Montoneros, rompió con la censura oficial a la prensa al emprender un recuento detallado de la campaña de terror de los generales. Pero había una segunda parte de la Carta Abierta, la cual, según el biógrafo de Walsh, Michael McCaughan, fue suprimida por el liderazgo de los Montoneros, muchos de los cuales, aunque fuesen militantes en sus tácticas, no estaban tan enfocados como Walsh en la economía. La mitad perdida, recién publicada en el libro de McCaughan, True Crimes, trasladaba el enfoque de los abusos a los derechos humanos de los militares a su programa económico; con Walsh declarando ?un tanto heréticamente? que el terror no era “el mayor sufrimiento infligido sobre el pueblo argentino, ni la peor violación a los derechos humanos que han cometido. Está en la política económica de este gobierno, donde uno descubre no sólo la explicación de los crímenes, sino también una mayor atrocidad que castiga a millones de seres humanos a través de la miseria planeada”.
De nuevo, Walsh ofreció un catálogo de crímenes: “Congelar los salarios a culatazos mientras los precios suben a punta de bayoneta, prohibir todo tipo de negociaciones colectivas, prohibir las asambleas y las comisiones internas, ampliar los días laborales, incrementar el desempleo ... una política económica dictada por el Fondo Monetario Internacional, siguiendo una receta aplicada indiscriminadamente en Zaire o Chile, en Uruguay o Indonesia”.
Minutos después de enviar por correo las copias de su carta, Walsh fue emboscado por la policía y muerto a tiros en las calles de Buenos Aires.
Más difícil de matar, sin embargo, ha sido la descripción de Walsh de una lógica económica que sobrevivió a la dictadura, una lógica que guió al escalpelo de la cirugía de Menem sin anestesia y que sigue guiando cada misión del FMI en Argentina, el cual parece siempre pedir más recortes a la salud pública y la educación, mayores tarifas a los servicios básicos, más ejecuciones de hipotecas. Pero Walsh no lo llamó “buen gobierno” o “prudencia fiscal” o “ser competitivo a nivel global” ?él lo llamó “miseria planeada”?.
Walsh comprendió que los generales no estaban librando una guerra contra “el terror”, sino una guerra contra cualquier barrera a la acumulación de riqueza de los inversionistas extranjeros y sus beneficiarios locales. Cada día que pasa prueba su presciencia. Los juicios civiles continúan desterrando evidencia fresca de que las empresas extranjeras colaboraron de manera cercana con la junta en su exterminación del movimiento sindical en los setenta. Por ejemplo, el pasado diciembre, un procurador federal presentó una demanda criminal contra Ford Argentina (una subsidiaria de Ford). Alegaba que la compañía tenía dentro de una de sus plantas un centro militar de detención a donde se llevaba a organizadores sindicales. “Ford [Argentina] y sus ejecutivos estaban en connivencia en el secuestro de sus propios trabajadores y creo que deberían de rendir cuentas al respecto”, dice Pedro Troiani, un ex obrero de la Ford que declaró que los soldados lo secuestraron y golpearon dentro de la fábrica. Mercedes-Benz (ahora una subsidiaria de DaimlerChrysler) enfrenta una investigación parecida, tanto en Alemania como en Argentina, como resultado de alegatos de que la compañía colaboró con los militares durante los setenta para purgar una de sus plantas de militantes sindicales, dando nombres y domicilios de 16 trabajadores que después “desaparecieron”, 14 de los cuales jamás fueron vueltos a ver. Tanto Ford como Mercedes-Benz niegan que sus ejecutivos hayan jugado algún papel en alguna de las muertes.
Y, claro, también está el caso de Gustavo Benedetto. A primera vista, no hay nada que conecte el asesinato de Benedetto al pasado y no hay punto de comparación entre la represión durante el argentinazo y el terror de la guerra sucia. Sin embargo, el caso Benedetto destaca el cambiante papel de los militares, el Estado y los intereses financieros, y el papel actual de los ex oficiales militares. En los setenta, Jorge Varando, el hombre acusado del asesinato de Benedetto, trabajaba para un régimen militar que abrió el sector bancario de Argentina a los bancos privados. En 2001, con las fuerzas armadas reducidas, así como el resto del sector público, él trabajaba de manera directa para uno de estos bancos. El temor es que el gran logro de dos décadas de democracia es sólo que el intermediario fue erradicado y que la represión fue privatizada. Los bancos y empresas en Argentina son custodiados por unidades de ex oficiales militares armados, que los protegen de los manifestantes públicos, y que despiertan preguntas difíciles sobre los compromisos que se hicieron durante la transición de la dictadura a la democracia.
Hoy, la historia de esa transición se rescribe en las calles. No hay un claro “antes” y “después” de la dictadura. En vez, el proyecto de la dictadura emerge como un proceso: los generales prepararon al paciente, después Menem llevó a cabo “la cirugía”. La junta hizo más que desaparecer a los organizadores sindicales que podrían haber luchado contra los despidos masivos y los socialistas que quizá se hubieran rehusado a poner en práctica el más reciente plan de austeridad del FMI. El gran logro de la guerra sucia fue la cultura del miedo y del individualismo, la cual se quedó en barrios como La Tablada, donde Gustavo Benedetto creció.
Los generales comprendieron que su verdadero obstáculo hacia un control social completo no eran los rebeldes izquierdistas, sino la presencia de comunidades con lazos fuertes y la sociedad civil. Razón por la cual emprendieron la misión de “desaparecer” la esfera pública. En el primer día del golpe de 1976, los militares prohibieron todos los “espectáculos públicos”, desde carnavales, pasando por el teatro, hasta las carreras de caballos. Las plazas públicas estaban estrictamente reservadas para los shows de fuerza militar y la única experiencia comunal permitida era el futbol. Al mismo tiempo, los militares lanzaron una campaña para convertir a toda la población en informante: los periódicos estatales estaban repletos de anuncios que recordaban a los ciudadanos que era su deber civil reportar a cualquiera que pareciera que estuviera haciendo algo “subversivo”. Y cuando la población se retrajo a sus hogares, el proyecto económico de la dictadura pudo ser continuado y profundizado por los sucesivos gobiernos civiles sin siquiera tener que recurrir a una engorrosa represión ?al menos hasta hace poco?.
En los setenta, cuando las Madres de la Plaza de Mayo comenzaron a buscar a sus desaparecidos seres queridos, era común que estas valientes mujeres dijeran que sus hijos eran inocentes, que cuando se los llevaron “no estaban haciendo nada”. Hoy, las Madres encabezan manifestaciones contra el FMI, hablan sobre el “terrorismo económico”, y declaran con orgullo que sus hijos sí estaban haciendo algo cuando fueron secuestrados ?eran activistas políticos que trataban de salvar al país de la miseria planeada que comenzó bajo la dictadura y que sólo se ha profundizado bajo la democracia?.
En los escombros de lo que quedó de Argentina después de diciembre de 2001, algo extraordinario comenzó a pasar: los vecinos asomaron la cabeza de sus departamentos y casas, y, en la ausencia de un liderazgo político o de un partido que le diera sentido a la explosión espontánea del cual eran parte, comenzaron a hablar unos con otros. A pensar juntos. A finales de enero de 2002, tan sólo en el centro de Buenos Aires ya había unas 250 asambleas barriales. Las calles, parques y plazas se llenaron de reuniones, la gente se desvelaba, planeaba, discutía, daba testimonios y votaba.
Muchas de esas primeras asambleas eran más terapias grupales que reuniones políticas. Los participantes hablaban sobre su experiencia de aislamiento en una ciudad de 11 millones. Los académicos y los abarroteros se disculpaban por no haber cuidado unos de otros, los gerentes de publicidad admitían que solían despreciar a los obreros desempleados, y que asumían que se merecían su difícil situación, y que nunca pensaron que la crisis podría llegar a las cuentas bancarias de la clase media cosmopolita. Y estas disculpas por las equivocaciones actuales pronto cedieron el paso a confesiones en lágrimas sobre eventos que databan de la época de la dictadura. Una ama de casa se paraba y admitía públicamente que, tres décadas antes, cuando escuchaba una historia más acerca de que el esposo o hermano de alguien había desaparecido, había aprendido a cerrar su corazón al sufrimiento, y se decía a sí misma “por algo será”.
La mayoría de las asambleas comenzaron ?en vista de tanta miseria planeada? a planear otra cosa: alegría, solidaridad, otro tipo de economía. Se abrieron cocinas colectivas, se formaron bancos de empleos y clubes de trueque. Durante el pasado año, entre 130 y 150 plantas, en bancarrota y abandonadas por sus dueños, fueron tomadas por los trabajadores y transformadas en cooperativas o colectivos. En fábricas de tractores, supermercados, editoriales, fábricas de aluminio y pizzerías, las decisiones sobre la política de la compañía ahora se toman en asambleas abiertas, y las ganancias se reparten equitativamente entre los trabajadores. En los últimos meses, las fábricas tomadas han comenzado a crear redes y comienzan a planear una “economía de solidaridad” informal: por ejemplo, los trabajadores textiles de una fábrica tomada hacen las sábanas para una clínica de salud tomada; un supermercado en Rosario, transformado en una cooperativa, vende pasta hecha en una fábrica de pasta tomada; panaderías tomadas construyen hornos con tejas de una planta de cerámica tomada. “Siento como si al fin estuviera terminando la dictadura”, me dijo un asambleísta cuando llegué a Buenos Aires. “Es como si hubiera estado encerrado en mi casa durante 25 años y ahora, al fin, estoy fuera”.

La hija de la democracia

Rodolfo Walsh calculaba que tomaría 20 o 30 años antes que los efectos de la campaña del terror se desgastaran y los argentinos estuvieran al fin listos para luchar de nuevo por la justicia social y económica. Eso fue hace poco más de 25 años. Así que no pude evitar pensar en Walsh cuando conocí a Gabriela Mitidieri, una estudiante de preparatoria, confiada en sí misma, que, a excepción de su política, bien podría encajar en una audición para Academia de la Fama 2. Mitidieri nació en 1984, durante el primer año completo de gobierno electo en Argentina tras la dictadura. “Soy hija de la democracia”, dice, con un dejo de sarcasmo dieciochoañero. “Eso significa que tengo una responsabilidad especial”.
Así como ella lo ve, esa responsabilidad es vasta ?finalmente liberar al país de las políticas económicas que sobrevivieron a la transición de un mandato militar a uno civil?. Sin embargo, parece impávida ante la tarea, o al menos no tiene miedo. Gaby, como la llaman sus amigos y familiares, se lanza a las manifestaciones portando unos pantalones cargo a la cadera y la mochila Blink 182 de su hermano, sostiene pancartas con sus uñas pintadas de negro y reta con la mirada a las líneas de policías, con sus ojos espolvoreados con brillantina azul.
Sus padres no comparten su audacia. Cuando las calles de Buenos Aires explotaron con el argentinazo de 2001, en el modesto hogar de los Mitidieri también tuvo lugar una explosión. El conflicto trataba sobre si la entonces diecisieteañera Gaby obtendría permiso para participar en las manifestaciones. Gaby estaba decidida a ir a la Plaza ?“Simplemente no podía aceptar ser una de esas personas que miran el mundo a través de una pantalla de televisión”, dice ahora?. Su padre, un superviviente de la guerra sucia, durante la cual fue secuestrado y torturado, físicamente bloqueo el camino de Gaby hacia la puerta mientras ella gritaba que él, entre todas las personas, debería entender por qué necesitaba estar en las calles. Sergio Mitidieri permaneció impasible ?tenía la edad de Gaby cuando se involucró por primera vez en política estudiantil y su juventud no lo había salvado ni a él ni a sus amigos, muchos de los cuales fueron asesinados en campos de concentración?.
Como muchos de su generación, Mitidieri no regresó al activismo político después de que los generales se retiraron. El terror de aquellos años permaneció dentro de él, robándole la confianza decidida de sus días estudiantiles ?durante años, le dijo a Gaby que las cicatrices en su espalda y sus hombros provenían de accidentes deportivos?. Hoy, aún no le gusta hablar del pasado; mantiene la cabeza agachada y trabaja duro para mantener a su esposa y sus cuatro hijos. Gaby dice que el miedo de su padre ?el hecho de que “viva con la idea de la muerte pendiendo sobre su cabeza”? significa que la dictadura, ya sea impuesta por el terror externo o por el miedo interno, aún tiene agarrado al país. “La primera vez que me enteré sobre lo que le había pasado a mi padre”, dice Gaby, “me preguntaba una y otra vez ‘¿por qué vivió? ¿Por qué dejaron que sobreviviera?’ Después leí 1984 y me dí cuenta de que él y otros sobrevivieron para mantener vivo el miedo, y para recordar a toda la población el miedo. Mi padre es una prueba viviente de eso”.
Pero, sentada en el hogar de los Mitidieri, en el primer aniversario del argentinazo, me dio la impresión de que puede ser que Gaby, la autoproclamada “hija de la democracia”, esté subestimando el poder contagioso de la democracia. En 2002, cuando anunció en la mañana del 19 de diciembre que se iba a unir a las manifestaciones para conmemorar el aniversario, su madre, callada, la ayudó a empacar su mochila: agua, un teléfono celular, un limón (ayuda a mitigar los efectos del gas lacrimógeno) ?hasta le prestó una bufanda?. El padre de Gaby las miró empacar, se veía preocupado pero orgulloso.
Esa noche, la asamblea barrial local convocó a todos a salir de sus casas con cacerolas y sartenes para celebrar el día en que ?un año antes? algo cambió a Argentina (aunque nadie ha podido explicar todavía exactamente qué fue). Y una cosa curiosa sucedió: los padres de Gaby aparecieron. Se quedaron a la orilla del encuentro, no hablaron con nadie ?pero estaban ahí?.
“Aún tenemos miedo”, me dijo Sergio Mitidieri, “pero también sentimos coraje. Es mejor luchar en las calles que estar callado en casa. Gaby me enseñó eso”.

*Naomi Klein es la autora de No Logo y Fences and Windows.
(Traducción: Tania Molina Ramírez. © Naomi Klein, 2003. El artículo fue publicado el 25 de enero de 2003 en el diario inglés The Guardian. La investigación adicional fue realizada por Dawn Makinson y Joseph Huff-Hannon)